martes, marzo 30, 2010

Veronny Neyra conoce 123 países y ha dirigido obras en España, Argentina y Perú
El arquitecto trujillano que construyó un sueño

MADRID, ESPAÑA. Veronny Neyra Bisso es un hombre que ha hecho realidad sus sueños en un mundo donde muchísima gente sólo nace para sufrir. Eso ya es bastante. Lo más curioso es que este arquitecto trujillano no tiene ningún secreto y más bien siempre ha vivido tomando decisiones y emprendiendo proyectos sobre una vieja, trillada pero acertada frase: ‘no hay peor gestión que la que no se hace’.
En los 60, cuando tenía 27 años, y luego de haber forjado una carrera brillante en Argentina y Brasil, Veronny retornó a Trujillo para administrar la empresa constructora de su familia (Constructora Neyra). Aunque planeó quedarse sólo algunos meses, el tiempo fue transcurriendo con rapidez y él se fue involucrando en nuevas responsabilidades.
Fue promotor y docente de arquitectura en el Instituto Tecnológico Chan Chan, fue gestor de la oficina regional del Colegio de Arquitectos del Perú en La Libertad y se convirtió en el primer arquitecto municipal de Trujillo. Además, se encargó de la reconstrucción de Casma (Áncash) tras el terremoto de 1970.
Cuando precisamente el éxito le miraba a los ojos y él le correspondía con arduo trabajo y mucha fuerza y esperanza, un día su corazón le obligó a tomar la decisión más importante de su vida: dejar todo lo alcanzado por cumplir el sueño que tuvo desde niño: conocer Europa y el mundo entero. Y así lo hizo. Renunció a todo, dejó la casa cerrada y el carro cubierto con la funda, alistó maletas y voló al viejo continente sólo con el deseo de aprender, aprender y aprender.
Actualmente, luego de conocer 123 países de los cinco continentes y haciendo una retrospectiva en Madrid de lo que ha sido su vida, Veronny Neyra Bisso, sin lugar a dudas el más exitoso arquitecto trujillano, sonríe de orgullo por lo conseguido, lanza una mirada tierna a su familia y dice –con un dejo español inevitable– “todo es cuestión de proponérselo”.

Sus inicios
El sueño de Veronny siempre fue viajar. Desde niño, cuando estudiaba en el colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo de Trujillo, veía con asombro las fotos y los dibujos de aquellas construcciones míticas que los griegos, los romanos y los árabes legaron al mundo. Le apasionaba Roma y su coliseo, Atenas y su Acrópolis, Egipto y las pirámides, España y La Alhambra.
En aquel entonces el pequeño Veronny, de ascendencia genovesa, vivía en el jirón Pizarro y jugaba con sus amigos en la Plazuela El Recreo, “un lugar de grandes recuerdos”.
La edad universitaria lo llevó hasta Tucumán (Argentina), donde ingresó a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional y al cabo de un tiempo se graduó con éxito. Posteriormente se capacitó en Río de Janeiro y Brasilia y, al cumplir los 27, una llamada telefónica de su padre le hizo retornar a Trujillo para encargarse de la administración de la empresa constructora familiar.
“Como mi padre y mis hermanos iban a ausentarse, me llamaron para que me encargara de la constructora. Sólo iba a estar veinte días o un mes, pero me quedé varios años en los cuales viví una etapa de esplendor”, recuerda Veronny.
El ímpetu juvenil, las ilusiones, los proyectos y las oportunidades se entrecruzaron de tal manera que muy pronto Veronny se vio coordinando la creación de la carrera de arquitectura del desaparecido Instituto Tecnológico Chan Chan. Lo hizo tan bien, que se convirtió en director de la especialidad y docente de dos asignaturas. “Aún las recuerdo, eran Sistemas de Representación y Expresión Gráfica”, anota.
Trujillo, a pesar de ser una ciudad importante, en aquel entonces no contaba con una filial del Colegio de Arquitectos del Perú y eso a Veronny le inquietaba. “Hice todo lo posible para lograrlo, viajé a Lima donde gestioné su fundación y finalmente se logró. El primer decano en Trujillo fue Miguel Ángel Ganoza Plaza, yo era secretario”, narra.
A esto se sumó que el Concejo Provincial de Trujillo carecía de arquitecto municipal y que él precisamente asumió, por primera vez en la historia, ese importante cargo.
“Sólo había ingenieros municipales y por primera vez se creó una plaza de arquitecto municipal. Se convocó a un concurso, se presentaron muchos y el destino me hizo ganar. Así fui el primero, lo cual me llenó de ilusión”, expresa.
Entre la empresa familiar, las clases en el instituto Chan Chan, el Colegio de Arquitectos y el cargo en la municipalidad, Veronny prácticamente debía desdoblarse. Él califica esta etapa de su vida como “muy interesante”. Pero el terremoto del 70 lo llevó más al sur, hasta Casma, una ciudad que había sido devastada por completo.
“Gané un concurso para la reconstrucción y rehabilitación de Casma y me convertí en arquitecto urbanista en esa ciudad. Al poco tiempo me designaron director de la oficina zonal. Todo estaba destruido, todo estaba en el suelo”, recuerda.
Casma fue reemplazando a Trujillo en su vida. Luego de unos años, su zona de trabajo se amplió hasta Huaraz e incluso bajo su dirección se rehabilitó el complejo arqueológico de Sechín. Veronny había llegado a la cúspide de su profesión en el Perú, pero eso no le bastaba: sus sueños lo seguían empujando hacia Europa.

La gran decisión
Como en Perú ya se estaba asentando y era exitoso, Veronny se asustó. Pensó que si seguía así nunca iba a conocer Europa a fondo y mucho menos estudiar un doctorado. Entonces, renunció a todo y dijo: “me tengo que ir”.
“Recuerdo que mi hermano Fernando dijo: ‘yo no puedo entender cómo, haciendo todo lo que está haciendo, Veronny se vaya’. Pero así fue. Yo estaba decidido a ello y lo hice”, cuenta.
La Sorbona de París fue su primera opción, pero estudiar francés para luego inscribirse en el doctorado lo desanimó. Entonces llegó a Madrid, ciudad donde se desarrollaba el Congreso Mundial de Arquitectura. Averiguó qué era lo más conveniente y se inscribió en la Universidad Tecnológica.
Aunque su intención primigenia no era quedarse para siempre, el ir ganando numerosas becas de estudio en España, Italia y Alemania lo fueron consolidando como uno de los más expertos arquitectos del viejo continente.
“Empecé a presentarme a becas. Me gané una muy buena del Ministerio de la Vivienda de España y recuerdo que me pagaban una cantidad nada despreciable. Luego gané otra beca del Instituto de Cooperación Iberoamericana y con ésa terminé el doctorado”, declara.
Batalló mucho para convalidar su título, y lo consiguió. Estudió más cursos de urbanismo y se colegió en España. Se especializó en arquitectura renacentista en Roma y Florencia (Italia), siguió viajando y en 1980 fundó el estudio madrileño que lleva su nombre.
Desde entonces ha desarrollado proyectos urbanísticos, de vivienda y de restauración en Toledo (provincia donde trabajó como arquitecto municipal) y Madrid. A esto se suman las obras que ejecutó años atrás en Argentina y Perú. “Fui el único arquitecto municipal extranjero en el Ayuntamiento de Palomeque, Toledo. Fue muy interesante. Pero nunca dejé mi estudio”, cuenta.
Desde 1985, Veronny fue testigo del crecimiento extraordinario de España. Ha visto el cambio radical de los pueblos y de las ciudades, a muchas de las cuales califica de “preciosas”, sobre todo por su arquitectura antigua.
Ha visto cómo se ha ido expandiendo el asombroso metro de Madrid, así como el aeropuerto, las autopistas, los rascacielos y las avenidas. “Ha habido un auge tremendo y notorio en España, que la llevó a ubicarse como la octava potencia del mundo. Su desarrollo ha sido homogéneo, cosa que debería repetirse en el Perú”, dice.
Aunque la crisis económica golpea ahora a España y el sector construcción es el más afectado, Veronny considera que se trata de un ciclo que terminará. “El boom inmobiliario en España fue impresionante. Se ha construido a niveles superiores de los demás países de Europa. Pero todo lo que sube, baja, y nuevamente se estabiliza. Es un ciclo que pasará y luego volverá otro”, piensa.

Un buen padre
Jorge es un niño de 11 años muy elocuente. Es el hijo menor de Veronny y el fruto del amor que surgió hace 13 años entre su padre y la arequipeña Hortensia Ruiz Fernández, a quien todos llaman ‘Techi’ (se conocieron en Trujillo, pues ella era compañera de estudios de la sobrina de Veronny llamada Marissa).
Jorge, quien de grande quiere ser arquitecto y adora al Perú (aunque nació en España), define muy bien a su padre: “Es el mejor padre del mundo. Me enseña y a veces que me porto mal, me corrige. Él quiere mucho a mi mamá y a toda la familia. Es una persona encantadora y simpática, se merece lo mejor”.
‘Techi’ añade: “Admiro mucho a Veronny. Es una buena persona, un incansable trabajador, muy responsable, amante de su profesión, que es la razón por la cual viaja tanto. Como padre es excelente y todas las cosas que se propone, las consigue. La verdad es que me he sacado la lotería”.
En el hogar de esta familia, ubicado en la exclusiva calle Alberto Alcocer de Madrid, se observan libros y adornos peruanos. Desde un retablo ayacuchano hasta un texto sobre los tesoros incas. Allí radica el interés del pequeño Jorge por conocer muy pronto Cuzco y Machu Picchu.
Por ahora Veronny continúa trabajando en su estudio y asistiendo a todos los congresos mundiales de arquitectura habidos y por haber, en los cuales participa como expositor y pone énfasis en los proyectos de viviendas de interés social. Al ser reconocido y querido en Trujillo, el Colegio de Arquitectos de La Liberad, ni bien se entera de su llegada, ya lo está invitando para que dicte charlas a las nuevas generaciones.
Así es Veronny, un hombre que años atrás también forjó el hermanamiento entre Trujillo de Extremadura (España) y Trujillo del Perú. Un hombre que no deja de soñar. Un hombre apasionado por la arquitectura, a la cual califica de “compleja y maravillosa”. Un hombre que sigue lleno de entusiasmo, optimismo e ilusiones. A buena cuenta, un hombre ejemplar.

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