sábado, setiembre 27, 2008

Un puerto malherido, pero con futuro
Cómo quisiera verte bien, Malabrigo…
RÁZURI, MALABRIGO. Cómo quisiera dar un viaje al pasado en una de esas locomotoras que la brisa, el olvido y el tiempo han carcomido y que están arrinconadas como cachivaches. Le echaría petróleo, la haría silbar y enrumbaría hacia el muelle o el viejo almacén de azúcar del cual sólo quedan muros derrumbados y desolaciones. Pero no puedo, Malabrigo ha sufrido un cataclismo desde que me fui y no me queda más que andar por sus calles polvorientas y sucias, sus casonas taciturnas y destruidas, sus arenas infectadas y sus vientos de congoja.
Cómo quisiera recuperarte, Malabrigo mío, de mi adolescencia, de cuando jugaba con mi pelota y corría descalzo con mi perro en el mar y nos bañábamos en las aguas diáfanas que hoy están oscuras. Pero no puedo y me duele. Mi casa de Pino de Oregon fue comprada por alguien que sólo necesitó su cotizada madera, la desmanteló y sólo me dejó la nostalgia de los recuerdos atrapados tras lágrimas y barrotes. Mi perro ya no ladra, mi vecino ha muerto y, lo peor de todo, la playa agoniza. Daría todo por cruzar la puerta de mi casa-cadáver y encontrar a mi madre en la cocina friendo un suco y a mi padre, descansando en la hamaca de las armellas crujientes mientras escucha una canción de Roberto Carlos en un disco de vinilo. Daría todo por oler la madera abrigada de mi habitación perdida. Daría todo porque se apague la technocumbia de una pollada que hoy me perturba, y me deje escuchar el mar.
Cómo quisiera que un ventarrón se lleve por los cielos a la miseria y volver a la placita en mi bicicleta. No a la plaza moderna de las estatuas monstruosas, sino la de las bancas y los jardines. Cómo quisiera que el viento retroceda las agujas del reloj y que los perros vagabundos del puerto ya no miren con tristeza, como los mendigos que siempre anhelaron y nunca tuvieron, y que sus huesos se cubran de músculos y que la sarna no los ataque y que la historia de este milenario pueblo liberteño no se pierda entre la desidia, la división y los intereses de unos pocos.
Cómo quisiera que las aspas de la hélice giren en el sentido correcto y, como por arte de magia, Malabrigo no se siga perdiendo entre la contaminación y el atraso. No quiero celulares, ni asfalto, ni concreto, ni metal… quiero orden, limpieza, paz y que el tañer de las campanas haga un llamado a la reflexión del alcalde y los vecinos. Quiero que los pastos reverdezcan, que las palmeras sean podadas y que fortalezcan sus raíces, que al muelle no lo desmantelen más y que las casas de madera que algún día edificaron los alemanes y que podrían convertirse en museos, no se cubran de concreto. ¡Si esas paredes pudieran hablar! Reclamarían por el descuido y el abandono.
Los tiempos cambian, es cierto, pero todo cambio siempre debe ser para mejorar y no para estancarse en un socavón de miserias y abandonos. Hay tanto por hacer en Malabrigo y es tan poco lo que se hace. La playa está herida por la contaminación de algunas fábricas de harina de pescado que clavaron tuberías en las arenas para arrojar sus desechos al mar sin ningún control. ¿Dónde están las autoridades? Para colmo, la basura que el pueblo arroja a las calles llega hasta las orillas donde corretean las pardelas y las gaviotas. Y esos ranchos de esteras, mal llamados restaurantes, lanzan a las aguas todas las porquerías que acumulan durante las cuatro estaciones. ¿Por qué no los desalojan..? Claro, ahora entiendo el porqué las aves vuelan y gritan ¡¡agg, agg!! Sí, es por la basura de la orilla y por los ranchos miserables y asquerosos que invadieron el litoral y se convirtieron en centros de acopio de harina de pescado robada de los almacenes.
Ay, Malabrigo, cómo quisiera que el mar vuelva a dar robalos, lenguados, tollos y chitas y no sólo sucos o bonitos. Cuánto quisiera que los viejos de piel curtida sigan trenzando sus sogas en los postes (cabalgando la traya, como ellos dicen) y que los niños sigan correteando bajo el sol y mariscando en las peñas. Cómo quisiera que las olas nunca se acaben para los surfistas y que las mujeres sigan llevando el almuerzo a sus esposos que trabajan en el embarque o la estiba. Cómo quisiera que el progreso no se mueva dentro de los bolsillos empresariales o se cocine en los calderos de las fábricas, sino que se refleje en el rostro feliz de los niños, en las calles, en los corazones y en las almas de los malabriguenses.
Cómo quisiera que el pescado se siga friendo en las sartenes del puerto y que no se congele en las cámaras frigoríficas y viajeras. Ya no quiero aguas movidas ni malos olores, quiero que se siembre un árbol y que el pueblo lo cuide y lo vea brotar y florecer. Bajo su sombra, y como canta Facundo Cabral en una de sus coplas: “no se sientan por vencidos ni aún vencidos. Está la puerta abierta, la vida está esperando… Está la puerta abierta, juntemos nuestros sueños, para espantar al miedo que nos empobreció”.
Y que no se acabe este cebiche…

lunes, setiembre 01, 2008

Chaska: teatro de lujo en Perú


CUSCO. Chaska sabe que debe morir para salvar a su pueblo, pero ahora se maquilla. Falta poco más de 90 minutos para su sacrificio en la montaña más alta de su tierra. Chaska sabe que debe morir para salvar a su pueblo y ahora está sentada frente de un espejo, en el camerino principal del Teatro Garcilaso Kusikay del Cusco. Se mira con detenimiento, orgullosa de ser la elegida. Su peinado es perfecto, así como el color que maquilla sus ojos, ni tan encendido como para una fiesta ni tan oscuro como para un velorio. Chaska sabe que debe morir y lo ha aceptado con valentía, tal como lo hizo ‘Juanita’ en el Ampato arequipeño. En la época de nuestros antepasados las jovencitas más lindas del imperio eran seleccionadas para tareas de este tipo y ellas, llegado el momento, escalaban hasta la cima del Apu con orgullo -–aunque también con cierto temor– para ofrendar su vida a los dioses y ahuyentar plagas, desgracias y maldiciones.
Chaska ahora luce ataviada con un traje colorido y adornado con motivos andinos. Está algo nerviosa, como siempre ocurre durante los minutos previos a la función, pero sabe que al salir al escenario se olvidará de todo. El público, que ya espera en las butacas, no puede notarlo. La mayoría la integra turistas de Europa y Estados Unidos. Son las 7.30 de la noche y todos están listos. El viejo guía que la llevará a la montaña, el escurridizo e impertinente Ukuku, los dioses, los guerreros y los pobladores. La función debe empezar.

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Chaska, una historia andina. Así fue bautizado este espectáculo montado en Cusco que cada vez atrae a más turistas y pobladores locales. La puesta en escena, que dura una hora y 10 minutos, fusiona de manera perfecta la danza contemporánea, la acrobacia, la interpretación, el canto, la lucha escénica y los efectos audiovisuales. Sin lugar a dudas, se trata de un montaje de lujo inspirado en las costumbres y tradiciones del Perú antiguo, de nuestros Mochicas, de los Incas, de los indios, de aquellos hombres que cimentaron este país con el sudor de su frente y la sangre de sus manos. Un espectáculo que nada que tiene que envidiarle al Circo del Sol o a los montajes más costosos de Broadway. Sí, y como suena, hecho en el Perú.
Chaska es el nombre de una bella joven que vive en el pueblo de Kusillaqta, el cual cae en desgracia desde que el Pájaro Chihuaco no desciende a su nido y, en vez de la luz del progreso, origina una tormenta oscura y devastadora. En entonces cuando la muchacha es elegida para ser sacrificada en la montaña y así apaciguar la furia de los dioses.
Chaska es guiada por el viejo sabio del pueblo hacia la cima del Apu, durante un tiempo suficiente para que ella entienda el transitar cronológico de la historia peruana, desde la creación del mundo por el Dios Kon, pasando por los guerreros Moche y Chancas hasta los valerosos Incas que extendieron el mundo más allá del horizonte. Claro, hasta que fueron conquistados por los españoles.
Son nueve las escenas que el público observa con asombro por la calidad de los actores y por el juego de imágenes, luces, vestimenta y sonidos. No es extraño que aparezca un personaje volando sobre las butacas o un guerrero corriendo por los pasillos. Tampoco, que el viejo ascienda a una montaña de cuerdas o maderos con Chaska, o que aparezca en el escenario una huaca Moche con la Dama de Cao o el Señor de Sipán, dirigiendo una ofrenda de sangre humana a la tierra. No es extraño que los Incas luchen contra los Chancas o que el pueblo baile y cante exhibiendo una parafernalia andina de luces y colores. Una gran historia, una gran obra, un gran espectáculo.

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La obra es tan espectacular que, para montarla, tuvieron que construir un teatro nuevo. La trujillana Malli Aguilar, productora de Chaska, relata que los inversionistas de esta empresa compraron el viejo cine Garcilaso de la calle Unión del Cusco (ubicado muy cerca del Mercado Central) y prácticamente lo volvieron a construir. Fue necesario ampliar la sala e instalar 574 butacas, así como acondicionar los trapecios, construir los camerinos, las oficinas, la recepción. “Es un teatro de lujo, que ahora lo estamos ampliando para recibir a mil personas”, advierte Aguilar con mucho acierto.
Luego de tener el recinto listo, y cuando corría el mes de junio del año 2007, se realizó un casting en Cusco para encontrar a los casi 50 actores que participan de esta obra, dirigida por Eduardo San Román. Se presentaron 200 aspirantes, de los cuales quedaron 40.
“El 90 por ciento de los actores son cusqueños, el resto de Lima y Trujillo. Ellos tienen entre 10 y 57 años”, añade la productora.
Los seleccionados ensayaron mañana, tarde y noche durante medio año, hasta que llegó diciembre y se ofreció la primera función, con expectativa y nervios de por medio. “Aquel día no hubo mucha gente, pero con el correr de los meses la obra se ha hecho más conocida y ahora tenemos unos 100 asistentes por día. La mayoría, turistas”, señala.
Una de las barreras que debió sortear la organización de Chaska fue la apatía de los cusqueños, quienes antes de apreciar la obra pensaban que se trataba de ‘más de lo mismo’, es decir, danzas folclóricas o música andina. Fue difícil que los cusqueños se convenzan de que el dinero que pagaban en la entrada los iba a conducir a un mundo distinto.
“Nuestro público principal es extranjero. Escogimos esta ciudad por su historia y porque aquí viene gente de todo el mundo. Sin embargo, los días viernes los dedicamos a los cusqueños y les ofrecemos un precio especial, mucho más cómodo. Eso ha ido modificando la percepción de la gente con respecto a la calidad de nuestro espectáculo”, indica José Luis Cassinelli, directivo de Kusikay, la empresa teatral responsable.
El éxito llega dando pasos lentos y seguros, y con paciencia. Así lo han entendido en Kusikay. Es por ello que el espectáculo de Chaska aparece ahora en la revista de la aerolínea Lan y ha sido difundido en una feria desarrollada en Alemania. Además, todos los operadores turísticos con sede en Cusco lo recomiendan como un punto imperdible. La idea a posicionar es bastante clara: ‘No asistir a Chaska es como venir a Cusco y no conocer Machu Picchu’.
“Tenemos la propuesta de presentar parte de nuestro espectáculo en Lima, durante el Foro Apec y lo estamos coordinando. Esta obra debe seguir creciendo, por nuestro bien y sobre todo del teatro peruano”, puntualiza Cassinelli.

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Chaska se llama Claudia Mori Coronado y tiene 25 años; es cusqueña pero estudió Arte Dramático en Lima, ciudad que –según sus planes– iba a ser el puente para su futuro como actriz en Perú o el extranjero. Pero un día la llamaron de Cusco para un casting y, sin pensarlo, se convirtió en la antípoda del aquel adagio que reza que ‘nadie es profeta en su tierra’.
“Vine por un par de semanas y ya estoy más de un año en mi Cusco. Me siento muy orgullosa de participar en un espectáculo de alto nivel que el mundo ya está conociendo y valorando”, expresa la guapa actriz y protagonista de este montaje que –así como ella– demuestra que en Perú sí se puede desarrollar proyectos artísticos ambiciosos. Profetas en nuestra tierra. Hay que serlo.


MÁS INFO:

El equipo.

Rocío Tovar (dirección de actores), Eduardo San Román (director general), Vania Masías (responsable de coreografía y danzas), Alfonso Casabonne (responsable de multimedia y vídeo), y Luis Quequezana (responsable de música).
Contacto.
La obra se presenta de martes a sábado a las 7.30 de la noche en el Teatro Garcilaso de Cusco, ubicado en la calle Unión 117. La página web de la obra es: www.kusikay.com
Entradas.
El costo promedio por entrada asciende a 20 dólares (unos 57 soles). Los Viernes Cusqueños se ofrece un descuento considerable a los ciudadanos locales.
Dura un año.
Chaska se presentará hasta diciembre en Cusco. Luego se parará unas semanas para afinar el segundo montaje anual, que aún es una sorpresa.