jueves, mayo 13, 2010

13 DE MAYO. Una visita cargada de sorpresas, recuerdos, peticiones y lágrimas
Mi encuentro con la Virgen de Fátima, en Portugal
Impresiones y alguna confesión en uno de los santuarios católicos más visitados del mundo.

FÁTIMA, PORTUGAL. Durante mi vida he tenido numerosos encuentros con la Virgen de Fátima. Alguna vez, cuando apenas era un niño y estudiaba la primaria en el colegio Claretiano, cargué al hombro una pequeña anda con su imagen, ataviada de flores blancas y amarillas, en una de las habituales procesiones de mayo dedicadas a la madre de Jesús que –como nos lo había contado el profesor de religión Wilfredo Olaya Viera– apareció ante tres niños pastores en Portugal, un país que para mí en aquel entonces se encontraba al otro lado de la luna, más allá del horizonte, tal vez cerca de la China, de Estados Unidos, de Ecuador o de Lima. Todo estaba lejos para mí en aquellos tiempos.
Aunque mi memoria es pésima, recuerdo como si fuera ayer, y me sorprende que ya hayan transcurrido más de 20 años, cómo los niños de cada clase debíamos peregrinar y cantar todos los días de mayo durante las formaciones, en el patio del colegio. Tal vez porque siempre me ha gustado cantar, tengo metida en la cabeza la letra de uno de los temas religiosos dedicados a esas breves ceremonias. ‘Salve, salve cantaban, María, que más pura que tú sólo Dios, y en el cielo una voz repetía, más que tú, sólo Dios, sólo Dios’. El ambiente era contrito y solemne, tal vez envuelto en el miedo por la presencia de curas de sotana, pero también de alegría por nuestros familiares que aplaudían y saludaban desde lejos agitando las manos.
Dos décadas después, a mis 29 años, he llegado con Alba, mi novia, al mismo lugar donde la Virgen se apareció en 1917, en numerosas oportunidades, ante tres niños pastores: Lucía dos Santos, Jacinta y Francisco. Volamos de Madrid a la ciudad de Oporto (Portugal), dimos un paseo romántico a orillas del río Tajo y bebimos una copa de vino tinto en una noche fresca, de garúas y adornada con farolas amarillas. Al amanecer, tomamos un tren con rumbo a la ciudad de Coimbra y luego abordamos un autobús que cruzó los parajes más verdes de la Península Ibérica y nos condujo hasta Fátima, un pequeño y bendito poblado con no más de 10 mil habitantes donde se encuentra el famoso Santuario de la Virgen, un lugar que cada año es visitado por casi 5 millones de creyentes de todo el mundo.
Los católicos creemos que la Virgen apareció en seis oportunidades, entre el 13 de mayo y el 13 de octubre de 1917, ante tres niños pastores y primos, en el sector conocido como Cova da Iria, situado en las proximidades de la ciudad portuguesa de Fátima. Allí había una encina que, según narraron los niños en aquel entonces, empezó a irradiar una luz enceguecedora para luego hacer su aparición una hermosa mujer vestida de blanco.
Lucía tenía diez años, Francisco nueve y Jacinta sólo seis. Ellos cumplieron con el mandato de la Virgen y regresaron durante los seis meses siguientes al lugar indicado para recibir los mensajes y los mandatos de la madre de Dios, entre los cuales figuraba rezar el Rosario con fervor y construir un templo en el mismo lugar de las apariciones. Otra canción resume bien este episodio: ‘El 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a Cova da Iria. Avé, Avé, Ave María, Avé, Avé, Ave María…’.
El autobús nos dejó en la terminal del pueblo y desde allí caminamos hasta el Santuario. Eran poco más de las tres de la tarde. Cruzamos unos jardines y entramos en la Plaza Pío XII, una explanada tan grande como la Plaza de San Pedro del Vaticano. Algunos peregrinos iban de rodillas y con las manos juntas hacia la Capilla de las Apariciones (Capelinha das Aparições), construida en el lugar exacto donde se encontraba la encina de la cual surgió la Virgen. Algunas personas rezaban, otros fotografiaban el lugar. Nosotros nos sentamos algunos minutos en una de las bancas para elevar una plegaria y también contemplar la imagen de Nuestra Señora de Fátima.
Salimos. Al centro mismo de la explanada veíamos la gran Basílica del Santuario, de estilo neobarroco, adornada con imágenes de santos y ángeles y con una torre rematada con una inmensa corona dorada. El reloj marcaba las 3.55 de la tarde y yo en aquel momento saqué cuentas y pensé que en Perú eran recién las 9.55 de la mañana. Además, viéndola bien, recordé que alguna vez alguien me dijo que la pequeña capilla construida en la cima del cerro Santa Apolonia de Cajamarca es una réplica en miniatura de esta basílica portuguesa. Y sí que lo es.
La Iglesia Católica explica que, durante sus apariciones, la Virgen María realizó varias profecías y entregó a Lucía, por ser la mayor, los tres secretos de Fátima, sobre los cuales se ha especulado muchísimo y hasta se han tejido historias relacionadas con el fin del mundo y con catástrofes venideras redactadas en alguna supuesta carta apocalíptica entregada por la Virgen a los niños. Una carta inexistente, según la Iglesia.
Además, hay algunos hechos históricos que se asocian con los mensajes dados por la Virgen, entre los cuales resaltan la desintegración de la Unión Soviética como Estado Socialista y su reconversión al Cristianismo, el fin de la Primera Guerra Mundial, el atentado cometido contra el Papa Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 y la muerte prematura de Francisco y Jacinta (Francisco murió el 4 de abril de 1919 y Jacinta el 20 de febrero de 1920 y en el año 2000 fueron beatificados).
Subimos de la mano algunos escalones y entramos en la Basílica. Hace frío. El cura está oficiando la misa en portugués. Suena raro, pero melódico. Me gusta. En el arco del crucero del templo hay un mosaico donde se lee: ‘Regina Sacratissimi Rosarii Fatimae ora pro nobis’ (Reina Sagrada del Rosario de Fátima, ruega por nosotros). Damos un paseo y encontramos efigies de muchos santos, pero me llaman la atención la de San Antonio María Claret, fundador de la Congregación de Misioneros del Corazón de María (a la cual pertenece el colegio donde estudié) y la de Santa Teresa de Ávila, ya que precisamente Ávila es la medieval ciudad española donde Alba nació. Tomamos fotos. Caminamos. Siempre en silencio. La misa continúa.
Debo aclarar que actualmente no participo de rituales como la misa dominical y mucho menos de la confesión, pero al margen de ello cada vez que ingreso en una iglesia siento que allí está Dios. Y le pido. Y le agradezco. Esta vez, en Fátima, puedo sentir presente a la Virgen. La siento en las rodillas lastimadas del hombre que ha recorrido a gatas el Santuario, de la mano de una mujer que presumo que es su esposa. ¿Qué le pedirá?, ¿qué problema tendrá?, pienso. ‘Seguro está agradeciendo por algo’, me dice Alba con sabiduría. Sí, seguro está dando las gracias. La Virgen está aquí. No sólo en las imágenes y en el impresionante templo. No en las estampillas ni en los recuerdos tallados en piedra. Ni siquiera en los rezos, sino en los corazones de toda esta gente que no viene a hacer turismo sino a encontrarse con ella. Cuestión de fe.
Iniciamos la retirada. Recuerdo entonces que mi gran amigo el ‘Chino’ Yarita se casó en la iglesia de Fátima de Trujillo y que allí también se realizó el velorio de mi recordada abuelita, con los santos cubiertos por mantas oscuras porque era Viernes Santo. Caminamos cerca de una cruz de madera que luego averiguamos que tiene una altura de 27 metros y vemos también un módulo de hormigón del Muro de Berlín, cubierto por cristales, que fue colocado allí para recordarle al mundo la caída del comunismo. Alba, que aún no tiene muy claro sus creencias religiosas, se acerca al preciso lugar donde se encienden cirios y se conversa con la Virgen. Hay unas diez personas. Se queda quieta, entre ellas, mirando fijamente el fuego parpadeante de las velas y sintiendo un calor tal vez divino. Yo me pierdo en las ideas y recuerdo que Fátima es un nombre de origen árabe que significa Espléndida. Se llamaba así la hija de Mahoma, el profeta del Islam, y fueron precisamente los árabes quienes –durante la ocupación de la Península Ibérica– habrían bautizado así a la ciudad portuguesa donde siglos más tarde apareció la Virgen María. Casualidades.
¿Vámonos ya?, le digo a Alba. Ella voltea, me mira y me abraza. No sé qué sintió en ese lugar, ni qué le pidió a Dios o a la Virgen, lo único que sé es que estuvo llorando.
Mi hermana nació el 13 de mayo y aunque todos le decimos Malú, ése es sólo un apelativo derivado de las primeras sílabas de sus nombres: María Lucía. Le pusieron María por la Virgen de Fátima y Lucía por la pastorcita. El parto fue complicado. Trujillo, 1985. Toque de queda. Pañuelos blancos en medio de la noche para evitar las balas. Mi hermana se había tomado el líquido amniótico y nació, por cesárea, casi asfixiada. Aunque la llevaron a la incubadora, había dudas de que sobreviviera. La leyenda familiar cuenta que mi padre le prometió a la Virgen que si ella vivía, él dejaría de fumar. Y evidentemente lo hizo. Tras 30 años de haber fumado hasta tres cajetillas diarias ya lleva 25 años sin probar un solo pucho. Hace dos años viajé con él a Lima para que se sometiera a un chequeo médico en la clínica Javier Prado. El médico, con una radiografía de sus pulmones colocada en esa lámpara blanca y rectangular de los consultorios, le dijo: “si usted no hubiera dejado de fumar cuando lo hizo, ya se habría muerto”. Ahora, que lo pienso, lo analizo y lo interpreto, puedo decir con plena convicción que la Virgen de Fátima no sólo me dio a mi hermana, sino también a mi padre. Gracias por ello.

martes, mayo 04, 2010

¿Cuál es la génesis y la realidad de la piratería en el país más pobre del mundo?

Somalia y el tesoro del pirata

Se dice que los piratas aparecieron en el mundo poco después de que el primer hombre decidiera hacerse a la mar. Episodios de la Grecia Clásica como el de Jasón, que guió a los Argonautas para conseguir el Vellocino de Oro, o el de Odiseo en su regreso a Ítaca, tan cargado de muertes y saqueos, son considerados como claros actos de piratería.

Aunque el término piratería nos remonte a épocas ancestrales como la del Imperio Romano, la Edad Media o el descubrimiento de América, así como a banderas negras y calaveras, esta práctica vinculada al robo y al secuestro en altamar (aunque casi siempre los piratas han sido considerados héroes en sus naciones), continúa siendo motivo de titulares en los medios de comunicación.

Uno de los sitios más asociados con la piratería en nuestros días es Somalia, una nación ubicada en la zona conocida como ‘Cuerno de África’ (al noreste del continente) y que, al carecer de un Estado con estructura formal (el territorio está dividido en zonas de influencia dirigidas por clanes, señores de la guerra y líderes religiosos), ni siquiera se puede considerar como un país propiamente dicho.



Un país fallido

Además de ser considerado el lugar más pobre, corrupto y peligroso del mundo, lo que se conoce con el nombre de Somalia es un territorio donde habitan unas 12 millones de personas con una media de ingreso mensual de sólo 30 euros.

Según algunas estimaciones, de cada 100 habitantes, 60 son pastores nómadas o seminómadas de vacas, camellos, ovejas o cabras; 25 se dedican a la agricultura de consumo en las regiones fértiles del sur (entre los ríos Juba y Shebelle); y las 15 restantes viven en las escasas áreas urbanas.

Su capital simbólica es Mogadiscio. Se escogió como tal el 1 de julio de 1960, fecha en que Somalia se independizó de Italia y Reino Unido y se proclamó como país. Esta ciudad se ubica en la costa del Océano Índico y cuenta con una población de 1.700.000 habitantes.

Somalia ostenta tristemente las peores condiciones de vida del mundo según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). La esperanza de vida de los somalíes llega sólo a los 49,7 años (en Noruega, el país con más alto Índice de Desarrollo Humano (IDH) del mundo, la cifra llega a 80,5 por ciento). Esto significa que en Somalia una persona es anciana a los 35 años.

Caos, hiperinflación, sequía, hambre, desplazados, muerte y guerra son términos que encajan a la perfección para describir a este lugar que, aunque está ubicado muy cerca del Ecuador Terrestre, tiene la mayor parte de su territorio en estados árido y semiárido, con lluvias casi nulas. En otras palabras, Somalia es algo así como el infierno.

Este seudopaís africano importa el triple de lo que exporta y la vida de sus habitantes depende de las ayudas de otras naciones. Sólo hay un médico por cada 25 mil habitantes (sólo 100 en Mogadiscio) y la malnutrición afecta a 26 de cada 100 niños menores de cinco años. Además, existe más de un millón de refugiados somalíes fuera del continente africano y otros cientos de miles de desplazados en países vecinos o en el interior de su propio territorio.

Aunque su tasa de mortalidad infantil es de 114,89 muertes por cada 1.000 nacimientos, se estima que Somalia tiene el más alto índice de crecimiento poblacional de África. Por ello, registra la increíble tasa media de siete hijos por cada mujer. A esto se debe añadir que casi el 90% de la población es analfabeta.

Con respecto a la religión, el 98,4% de los somalíes son musulmanes y el restante 1,3% profesa el cristianismo u otras creencias. Como la mayoría es suní, casi la totalidad de la nación no toma alcohol ni practica juegos de azar, pero sobre todo no come cerdo. Por ello, y porque en su país la agricultura es casi imposible, su alimento preferido y casi el único al cual podrían tener acceso es el pescado.



Los verdaderos piratas

El pescado. Este producto ha sido ancestralmente el alimento de los pueblos tribales asentados en el ‘Cuerno de África’, que con el transcurrir de los siglos se convirtieron en Somalia.

El periodista español Bruno Cardeñosa, a través del programa radial ‘La Rosa de los Vientos’, presentó en noviembre del 2009 un informe muy completo sobre las causas de la piratería en Somalia, que se puede encontrar en Youtube (http://www.youtube.com/watch?v=xtybedDCLIA). Allí se empieza a contar la historia de este país desde su fundación como tal en 1960.

“Después de haber estado sometido al colonialismo y pillaje de Europa, Somalia se independizó en 1960 de Italia e Inglaterra. Sin embargo, las nada claras fronteras desataron guerras con países vecinos como Etiopía y Kenia. Contra Etiopía la guerra duró 11 años”, narra el informe.

Uno de los episodios que marcó más a Somalia ocurrió en 1991, cuando el dictador Mohamed Siad Barre fue derrocado por la oposición y tuvo que huir del país. Entonces, Somalia se desmembró y Mogadiscio quedó en manos del general Mohamed Farah Aidid. Esto desató una guerra civil que causó más de 300 mil muertos, que en poco tiempo cumplirá 20 años y que aún no muestra visos de solución.

“Desde entonces, el país está descuartizado, dividido en regiones lideradas por clanes. La pobreza se ha convertido en un anhelo, porque la miseria que se vive allí es inimaginable”, apunta el informe radial.

En el presente, se desconoce el número exacto de muertos y desplazados somalíes por las guerras y los intereses foráneos que, confabulados con la corrupción, han desangrado a este pueblo. “Sólo se mira a Somalia para hablar de piratería o del Islam, pero la piratería no es el principal problema… es el hambre”, precisa el informe.

Con el desmembramiento político del país, en 1991, también ocurrió un hecho que se podría considerar como la génesis de la piratería actual en Somalia. Al fracturarse el Estado, y convertirse en un lugar sin gobierno ni leyes, también desapareció la Guardia Costera, que patrullaba las aguas del Índico para evitar la pesca ilegal en aguas somalíes.

Al desactivarse la vigilancia, los mares de Somalia se fueron llenando de buques internacionales, sobre todo pertenecientes a empresas europeas, chinas y norteamericanas, que depredaron ilegalmente el mar somalí de una forma tan increíble que las ya empobrecidas personas prácticamente perdieron su único alimento: el pescado. Atún, camarones, langostas, barracudas y rayas. Estos animales eran capturados por los barcos, mientras que los peces más pequeños eran separados y devueltos sin vida al mar. La imagen de toneladas de pescados muertos y varados en las orillas indignaba al pueblo somalí.

Eso no fue todo. Muchos busques no sólo se llevaron los peces, sino que arrojaron basura radiactiva en las aguas de Somalia. Uranio, cadmio y mercurio fueron algunos de los elementos que se lanzaron en barricas hasta el fondo del mar. No obstante, el tsunami del año 2005 sacó a flote estos depósitos que envenenaron las aguas, mataron a los peces y se presume que causaron la muerte de al menos 300 personas en las costas (hasta ahora hay niños que nacen con malformaciones).

Se presume que muchos de estos metales provienen de fábricas y hospitales europeos y que la mafia italiana habría sido una de las encargadas de arrojar –a bajo precio– estos desechos en el mar.



Surgen los piratas

En esta coyuntura apareció la piratería. Fueron los mismos pescadores artesanales somalíes quienes se agruparon y, bajo el nombre de Guardacostas Voluntarios, empezaron a patrullar las aguas de su país para evitar la pesca ilegal y capturar a quienes ingresen en sus aguas.

Utilizando barcos medianos y lanchas, así como garfios, cuerdas, armas de fuego y hasta cohetes conseguidos mediante el tráfico ilícito de armas, los piratas empezaron a interceptar a los barcos y a tomar como rehenes a sus tripulantes, para luego pedir millonarios rescates. La figura consiste en que, tras las negociaciones, un helicóptero se acerca al barco capturado y arroja bolsas con el dinero pactado. Después, los piratas liberan a sus víctimas y se marchan.

El objetivo fue siempre pedir dinero y luego huir. Algo así como cobrar impuestos. Cuando apareció la piratería, uno de los líderes de estos grupos, Sugule Ali, dijo: “Nuestro objetivo es detener la pesca ilegal y la descarga en nuestras aguas… No nos consideramos bandidos del mar. Consideramos bandidos del mar a quienes pescan ilegalmente y descargan en nuestros mares, botan basura en nuestras aguas y portan armas en nuestros mares”.

Considerando que el Golfo de Adén, ubicado al norte de Somalia, es el lugar de paso para el 30% del petróleo del mundo, la presencia de los piratas empezó a preocupar a países como Estados Unidos, China y a la Unión Europea, sobre todo, pues sus barcos eran atacados y secuestrados. No obstante, la piratería, como una respuesta ante los abusos y la pobreza, fue degenerando y se convirtió en una forma de vida. En un buen negocio.



No son Robin Hood

Lejos de la imagen del varón inglés que asaltaba a los nobles para distribuir la riqueza entre los pobres, los piratas somalíes se han convertido en delincuentes. La doctora egipcia Soha Abboud Haggar, especialista en estudios árabes e islámicos y docente de la Universidad Complutense de Madrid, considera que la piratería surgió motivada por la pobreza de Somalia, pero reconoce que ahora mismo los piratas han conformado mafias que tienen el único propósito de lucrar.

“Los piratas viven rodeados de un mundo muy rico y el atracar barcos es una forma de ganar dinero y vivir mejor. Se lucran ellos y son unos piratas, como su nombre lo dice”, asegura.

Tras aclarar que no se debe relacionar a la piratería somalí con el Islam y recordar que la pobreza fue el desencadenante de los atracos a los barcos, Abboud Haggar explica que en Somalia se han conformado núcleos liderados por los piratas que se han enriquecido. “Ahora en Somalia hay núcleos que se enriquecen y que compran armas. Los piratas han visto en esto una fuente de dinero impresionante”, precisa.

Y no se equivoca. Aunque los piratas aseguran distribuir los rescates “con justicia”, se conoce que el dinero recaudado por cada barco, que puede ir entre 250.000 y 2 millones de euros, no llega al pueblo que muere de hambre.

El pueblo norteño de Eyl, ubicado en la región de Puntland, ha encontrado en la piratería una forma indirecta de desarrollo. Desde restaurantes y hoteles muy bien acomodados (sobre todo para la estancia y la alimentación de los secuestrados), hasta la construcción de casas de lujo y la circulación de coches del año, esta localidad se ha enriquecido de forma desmedida gracias a los rescates conseguidos por los piratas. Esta situación ha encarecido el lugar y ha introducido la prostitución y la venta de drogas y alcohol. Además, ha permitido que muchos de los asaltantes, al tener los recursos económicos suficientes, puedan contraer matrimonio con varias mujeres.

Los más favorecidos con el dinero de los rescates son, sin duda alguna, los jefes de las milicias que dominan parte del país y los líderes de las agrupaciones piratas. Se presume que los piratas que abordan los barcos obtienen un 30% del botín. Otro 30% se destina a sobornar a oficiales locales, un 20% más para los cabecillas y el 20% restante se destina a la compra de municiones y víveres.

Incluso, se cree que los piratas habrían creado una especie de bolsa de valores en la localidad de Haradheere (con unos 6 mil habitantes), donde puede invertir (de forma directa o aportando armas o dinero) todo aquel que quiera obtener alguna ganancia de los atracos a los barcos.

Se estima que ahora existen unos 1.500 piratas y que cada día se suman más jóvenes a sus filas, atraídos por el dinero. Ser pirata se ha convertido, para la juventud, en una aspiración. Es decir, la población somalí ahora ya no anhela convertirse en pescador, sino en pirata.



Un problema profundo

Aunque los países más ricos del mundo se preocuparon por la presencia de los piratas, cuando éstos aparecieron, el pueblo del vecino Kenia se alegró. Esto, porque los piratas ahuyentaron a los grandes barcos y después de muchos años los pescadores keniatas volvieron a ver sus redes llenas. Los peces se pudieron reproducir.

Sin embargo, el gobierno de Kenia suscribió un convenio con Estados Unidos, China y la Unión Europea para juzgar en su territorio a los piratas somalíes capturados por las fragatas de guerra que ahora abundan en el Índico (hay algunos piratas condenados a siete años de prisión que se encuentran encarcelados en Kenia).

Alberto Herrero de la Fuente, catedrático de Derecho Internacional de la Universidad de Valladolid, explica que esta figura jurídica es legal y que incluso se puede abrir fuego contra las embarcaciones de los piratas (cosa que ya se ha hecho muchas veces).

“El que captura a los piratas puede juzgarlos en el propio país del buque, o en un tercer país, pero siempre que en ese tercer país no haya pena de muerte o torturas. Además, en la lucha contra los piratas está permitido utilizar todos los medios necesarios, lo que incluye la fuerza armada”, declaró.

Se presume que desde 1991 hasta la fecha, los piratas somalíes han cometido más de 3 mil ataques contra buques de pesca o cargueros. Ante esto, las fuerzas de la OTAN, la Unión Europea y fuerzas combinadas internacionales han enviado a la zona cientos de buques de la Task Force 150 para luchar contra ellos. El Golfo de Adén, el golfo de Omán, el Mar Arábigo, el Mar Rojo y el Océano Índico se han convertido desde entonces en las aguas más patrulladas del mundo.

En algunos rescates de rehenes ya han muerto, por lo menos, cinco piratas, mientras que éstos casi siempre no han maltratado a sus prisioneros.

En diciembre del 2006, con el aval de Estados Unidos, Etiopía invadió Somalia y la guerra dejó por lo menos 1.000 muertos. Se pretendía “restaurar” el orden político y la gobernabilidad en Somalia.

A esto se debe sumar que en el 2007, Estados Unidos, bajo la presidencia de George Bush, bombardeó Somalia en tres oportunidades para exterminar a supuestos integrantes de Al Qaeda escondidos en ese país como parte de su “lucha contra el terror”.

Cabe precisar que actualmente existen tres centros de poder que se mantienen a duras penas en Somalia: la República Democrática de Somalia, en el sur, que comprende a la capital Mogadiscio; Puntland, en el noreste; y Somalilandia en el noroeste.

Al terminar el 2009, el primer ministro somalí, Omar Abrirashid Ali Sharmarke, prometió eliminar la piratería en el 2010. Sin embargo, reconoció que la ingobernabilidad que se sufre desde 1991, “entre otros factores”, hacen muy difícil cumplir esta meta.

Una de las peores consecuencias de la presencia de los piratas, como fruto de los abusos del mundo moderno, es que la ayuda humanitaria que se envía a Somalia para auxiliar a los desplazados internos está en peligro. La ayuda parte del puerto de Mombasa, en Kenia, y decenas de barcos ya han sido asaltados en altamar.

El periodista Hernán Zin describe bien esta situación. “El Programa Mundial de Alimentos lleva desde 2005 pidiendo ayuda para que se protejan los envíos de ayuda. Aunque la Task Force 150, fuerza naval creada en 2003 para luchar con el terrorismo –en la que participaba España y que tiene base en la vecina Yibuti– se encuentra en la región, y ha protagonizado más enfrentamientos con piratas que con islamistas, su presencia no ha sido suficiente para evitar que la delincuencia siga aumentando en las aguas territoriales somalíes y en sus aledaños”.



Ataques contra España y otros grandes secuestros

España sufrió, entre el 20 y el 26 de abril del 2008, el secuestro del atunero vasco Playa de Bakio, con 26 tripulantes a bordo, y el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero negoció con los secuestradores y supuestamente pagó una fuerte suma de dinero por el rescate. Desde entonces, el país ha apoyado la lucha contra la piratería en Somalia. Incluso, hace algunas semanas se anunció la puesta en marcha del satélite Deimos-I, que será controlado desde el Parque Tecnológico de Boecillo (Valladolid), para detectar barcos piratas en Somalia y pateras o cayucos en el Mediterráneo.

El 26 de noviembre de 2008, cuando elaboraba un reportaje sobre la piratería en Somalia con un compañero británico, el fotoperiodista español José Cendón fue secuestrado en Bosasso (Puntland). Él y su compañero fueron liberados el 4 de enero del 2009, luego de negociaciones en Londres y Kenia.

Otro de los buques atuneros vascos secuestrados por piratas, y tal vez el más sonado, fue el Alakrana, que fue secuestrado el 3 de octubre del 2009 al sur de Somalia. La captura duró 47 días y para su liberación se pagó unos 4 millones de dólares. Desde entonces, los vigilantes de buques con bandera española pueden emplear armamento de hasta 12,70 milímetros.

A fines de marzo del 2010 una agencia de noticias lanzó un teletipo con la alerta de que otro buque español había sido secuestrado en Somalia, pero el Gobierno desmintió esa información. Fue una falsa alarma.

Dos casos muy sonados de ataques piratas corresponden a los cometidos en el buque petrolero MV Sirius Star y en el carguero Maersk Alabama. El MV Sirius Star, un petrolero de gran tamaño, fue capturado el 15 de noviembre de 2008, cuando navegaba de Arabia Saudí hacia Estados Unidos, con 25 hombres a bordo y cargado con diesel. Tras el pago de unos 3 millones de dólares, el barco fue liberado el 9 de enero de 2009.

El carguero danés de bandera estadounidense Maersk Alabama fue atacado en abril del 2009 y los piratas lograron secuestrar a sus 20 tripulantes, entre ellos a su capitán, Richard Phillips, en un asalto que fue llevado a la televisión mediante el reportaje de National Geographic llamado ‘Secuestro Pirata’.

Phillips se ofreció a cambio de los otros 19 tripulantes y los piratas aceptaron. El FBI intervino en las negociaciones de rescate y el oficial fue liberado al cabo de cinco días, luego de un enfrentamiento armado con los captores que terminó con la vida de tres piratas y permitió la captura de uno. Desde entonces, los piratas somalíes amenazaron con asesinar a cualquier estadounidense que se atreviera a navegar en sus aguas.



Hay quienes justifican a los piratas

Aunque los secuestros de cargueros y barcos de pesca continúan, por parte de los piratas, y éstos son considerados como ladrones y criminales, existen millones de comentarios y artículos periodísticos que condenan los abusos de occidente contra Somalia y exigen más ayuda para este pueblo.

El periodista Ernesto Carmona, en un artículo titulado ‘Mienten sobre los piratas en Somalia’, que difundió el sitio web www.kaosenlared.net, explica la naturaleza de esta situación y dibuja la realidad del pueblo somalí.

“En Somalia, sólo la lucha diaria por una ración de comida le da sentido a la palabra mañana. No se ven patas de palo ni loros en el entorno de los “piratas”. La etapa siguiente de esta guerra hollywoodense podría ser un desembarco masivo para perseguirlos en tierra firme, en un ‘remake’ de Irak y Afganistán, pero sin ningún héroe tipo Rambo. Esta vez no se trata sólo del petróleo sino de otro tipo de riquezas”, escribió.

Él considera que “la piratería de hoy en Somalia es una actividad desesperada de sobrevivencia mediante cobro de peaje e impuestos a los depredadores”.

Otro periodista que se pronunció fue el británico Johann Hari, quien publicó el 4 de enero de 2009 en el Huffington Post un artículo titulado ‘Le están mintiendo sobre los piratas’. “El gobierno de este país del Cuerno de África colapsó en 1991. Desde entonces sus habitantes han estado sumergidos en el hambre y muchas de las fuerzas más feas del mundo occidental han visto esto como una gran oportunidad para robar las fuentes de aprovisionamientos de alimentos del país y descargar nuestra basura nuclear en sus mares”, explicó.

El periodista inglés cuestionó con firmeza la posición de Europa y la lucha contra los piratas somalíes. “¿Esperan que los somalíes que mueren de hambre se instalen pasivamente en sus playas, revolcándose en nuestra basura nuclear y observen cómo les arrebatan sus peces para comérselos en restaurantes de Londres, París y Roma?”, preguntó.

“Cuando algunos de los pescadores respondieron interrumpiendo el tránsito del 20% del suministro de petróleo del mundo, comenzamos a chillar. Si queremos realmente ocuparnos de la piratería, necesitamos detener su causa original —nuestros crímenes— antes que enviar las cañoneras para desarraigar a los criminales de Somalia”, planteó.

Hari recordó en su artículo a un pirata que vivió y murió en el siglo IV antes de Cristo. “A ese pirata lo capturaron y lo condujeron ante Alejandro el Grande, quien exigió saber ‘¿qué pretende conservando la posesión del mar?’ El pirata sonrió y respondió: ‘Significa que ustedes están agarrando el mar y la tierra entera, pero por lo que hago con una nave pequeña, me llaman ladrón, mientras quien lo hace con una gran flota le llaman emperador’. Hoy de nuevo nuestras grandes flotas imperiales están en Somalia, pero ¿quién es el ladrón?”, puntualizó.

Un internauta apodado ‘Cid-boy’ apoyó a los piratas y cuestionó los abusos. “¿Hasta cuándo va a seguir este relajito en el planeta? Millones muriendo y sufriendo y los ricos cada vez más ricos. ¡Basta ya! Cuando leo esto de piratas robándole a los que más tienen, me alegro, pues aunque criminales, ellos no son más que humanos tratando de ser en este mundo imposible. Si los ricos compartieran sus millones de papelitos con los millones de desamparados, este tipo de asaltos disminuirían”.

Mientras que Occidente quiere exterminar a los piratas que atacan sus barcos e interrumpen el tránsito de petróleo, Somalia es un lugar que sufre la peor crisis de hambruna de toda la historia, con 100 mil niños padeciendo de inanición, y cuya juventud enarbola la bandera de la piratería entendida como una forma de ganar dinero. ¿Quién tiene la razón? Saque usted sus propias conclusiones.