lunes, marzo 30, 2009

De 198 naciones del mundo, nada más que el 11,11% le ha abierto las puertas a los peruanos
Sólo 22 países confían en

Perú y no le exigen visa

En el mundo existen 198 países, pero sólo 22 de ellos le han abierto las puertas por completo a los peruanos, al no exigir ese ‘dolor de cabeza’ que se resume en cuatro letras: V-I-S-A.
Una regla de tres simple nos echa esta dura realidad por las narices: sólo al 11,11% de los países del mundo podemos ingresar sin visa.
Estas naciones se ubican en América del Sur (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, Paraguay y Uruguay), América Central y el Caribe (Barbados, Bahamas, República Dominicana y Trinidad y Tobago), África (Marruecos y Sudáfrica), Asia y Medio Oriente (Brunei, Corea, Hong Kong, Singapur, Malasia, Tailandia, Israel y Emiratos Árabes Unidos).
Brasil exige el certificado de la vacuna contra la fiebre amarilla y, al igual que en Chile, sólo es necesaria la presentación del Documento Nacional de Identidad (DNI). Malasia pide la misma vacuna, mientras que Emiratos Árabes Unidos no exige visa pero sí una ‘Autorización de Entrada’, tramitada por el hotel o línea aérea de transporte (KLM o Lufthansa).
Ningún país de América del Norte da entrada sin visa a los peruanos y lo mismo sucede con los ubicados en Europa y Oceanía. Pretender visitar estas naciones implica la previa realización de un casi siempre engorroso trámite en la respectiva embajada del país elegido.

No es tan fácil que digamos
Pero si usted piensa que para viajar a estos 22 países no necesitará visitar una embajada, se equivoca. Movilizarse en Sudamérica es fácil. Se puede hacer tanto por tierra como por aire y, en algunos países, incluso por río o mar. El DNI o el pasaporte común son suficientes.
Sin embargo, si las vacaciones se quieren pasar en Brunei, por ejemplo, existe un ‘pequeño’ problema: no existen vuelos directos entre Lima y Bandar Seri Begawan (capital de este pequeño país ubicado en el sudeste de Asia). Para llegar allí, será necesario hacer escala en Ámsterdam (Países Bajos) y, por ello, se requerirá de una visa Shengen de tránsito.
Es decir, sólo por pisar el aeropuerto Schiphol de Ámsterdam y esperar un nuevo avión que nos llevará a Bangkok (Tailandia) y luego a Brunei, los peruanos necesitamos tener una visa. Para obtenerla, tendrá que solicitarla en la embajada de Holanda en Lima, lo cual ya implica presentar documentos y perder tiempo.
En el caso de Marruecos ocurre lo mismo. Para llegar a Rabat, ciudad capital, debemos hacer escala en Madrid o Barcelona (España). Demás está decir que la ‘Madre Patria’, por pertenecer a la Unión Europea, también exige a los peruanos visa de tránsito. Y así se repite con la mayoría de países de Asia e incluso de América Central y el Caribe (casi siempre es necesario hacer escala en Panamá, país que también nos pide visa).

¿Por qué ocurre esto?
Las pruebas hablan por sí solas. Panamá, por ejemplo, no exige la visa de turismo a Paraguay, Brasil, Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay. Pero sí a Perú. ¿Por qué?
Otro caso es el de Nicaragua. Allí sólo tienen entrada libre los peruanos que portan pasaportes diplomáticos, oficiales, especiales y de servicio, gracias a un acuerdo de ‘supresión de visas’ suscrito entre ambos países en Lima, el 4 de junio de 2004. Sin embargo, en este acuerdo no se consideran los pasaportes ordinarios (los que tiene todo el mundo). En contraste, países como Chile o Argentina sí tienen entrada libre a Nicaragua, sin necesidad de visa. ¿Acaso fue un acuerdo sólo para los diplomáticos? ¿Para qué sirve ese convenio? Definitivamente, nuestros diplomáticos tienen una gran tarea por cumplir.

Acceso fácil a otros países
- La India puede dar la visa a los peruanos el mismo día en la embajada de Lima.
- Venezuela en realidad no pone muchos peros.
- Cuba no exige visa, pero sí una tarjeta de turismo que cuesta 20 dólares.
- Camboya expide la visa por Internet en el sitio web: http://www.mfaic.gov.kh/e-visa/vsindex.aspx?lng=Esp

jueves, marzo 26, 2009

Embajador del Perú en España, José Luis Pérez Sánchez–Cerro, declaró en Madrid:

“El ingenio y la picardía del peruano despiertan ante la crisis”



MADRID, ESPAÑA. Aunque asegura que los peruanos son personas calificadas para enfrentar a la crisis económica que sufre el mundo, reconoce que Europa actualmente es un continente menos atractivo para los inmigrantes. El Embajador del Perú en España, José Luis Pérez Sánchez Cerro, dedicó algunos minutos de su último cumpleaños para dialogar con el diario La Industria en su despacho de Madrid.

—Europa está siendo golpeada por una grave crisis económica, tanto así que en ciudades como Madrid o Valladolid se pueden observar obras paralizadas o negocios que han cerrado sus puertas. ¿Cómo han afrontado los peruanos esta situación?
—El peruano, por su propia naturaleza, en comparación con otras personas, tiene un ingenio y una picardía que despiertan ante la necesidad. Es cierto, Europa está afrontando una grave crisis económica y aquí en España el sector más afectado es el de la construcción, precisamente el que daba empleo a un alto porcentaje de peruanos. Sin embargo, el peruano que ha perdido su trabajo en construcción por la crisis, está migrando a otros sectores económicos. En otros casos, algunos se van a otras ciudades en busca de nuevos empleos. Es una ventaja que tienen los peruanos frente a otras comunidades: adaptarse fácilmente a desarrollar otros oficios.

—Entonces estamos hablando de que los movimientos migratorios podrían variar. Ya no sólo hablar de migración América-Europa sino Europa-Europa. El problema lo tendrían los ilegales…
—Afortunadamente, en el caso de la colonia o la comunidad peruana en España, que la integran más de 160 mil personas, casi su totalidad vive en condición de legal. De esos 160 mil, el 95% es legal y el 40% de ese 95% ya es español naturalizado. Ese 40% goza de la nacionalidad española pero mantiene la peruana; tienen doble nacionalidad.

—Entonces, a diferencia de lo que se piensa en Perú de nosotros mismos, ¿en España los peruanos son personas bien vistas?
—La colonia peruana en España no es la más numerosa, pero sí la más antigua. Además debemos precisar que España no es el primer destino para los inmigrantes peruanos; el primero son los Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, España siempre ha sido un destino importante para los peruanos, primeramente por la facilidad del idioma. Los fuertes lazos históricos entre ambos países y el hecho de ser España la puerta de Europa, son otras razones por las cuales muchos peruanos han venido a vivir acá. Incluso hay muchos, sobre todo médicos y abogados, que han hecho sus carreras en España. Otra facilidad es que hasta los años 70 no se exigía visa a los peruanos para venir a España.

—Sin embargo, la crisis actual estaría cambiando las cosas. ¿No será que muchos peruanos que ahora viven en España empezarán a retornar?
—Al respecto ocurre algo curioso. Como ya dije, los peruanos saben acomodarse ante situaciones adversas. Es por eso que casi su totalidad no tiene interés en regresar al Perú. Eso se puede medir con los resultados del ‘Plan de Retorno Voluntario’, que es una política del gobierno español, aplicada a ciudadanos no comunitarios que están residiendo legalmente en España. La política consiste en dar alicientes económicos a los que decidan regresar a sus países de origen, entregando los fondos de desempleo a los cuales tienen derecho en dos partes, 40% al iniciar el trámite en España y 60% 30 días después de llegar a su país. En su contra, el inmigrante pierde sus permisos de residencia y de trabajo en España y sólo podría retornar a este país después de cinco años. Pasados tres años puede empezar a hacer las gestiones nuevamente, pero sin tener garantía de conseguir los documentos.

—¿Son muy pocos los inmigrantes que se han acogido a este plan?
—Sí, son pocos. Es una política que no ha atraído a los peruanos y a los inmigrantes en general. En la embajada sólo recibimos una llamada de una persona interesada, sólo para preguntar en qué consiste el plan. Esto demuestra que el interés de los peruanos es nulo.

—¿No será que los inmigrantes desconfían y creen que no les depositarán el dinero prometido?
—No, no es desconfianza. Lo que ocurre es que este programa no favorece mucho al inmigrante, quien debe regresar a su país sin un monto muy significativo para abrir un negocio, por ejemplo.

—¿De cuánto dinero hablamos?
—En el mejor de los casos, 24 mil euros. Podría ser mucho menos.

—¿No cree que la crisis de todas formas está haciendo cambiar la percepción sobre España y Europa?
—Las condiciones de la crisis económica o financiera hacen a Europa en general, un lugar menos atractivo para la inmigración por el alto costo de vida, o por las dificultades para conseguir trabajo o para regularizarse como inmigrantes legales. España, por ejemplo, está endureciendo su tratamiento a los inmigrantes porque hay que favorecer a los nacionales, sin desmerecer el aporte de los inmigrantes con su trabajo y sus impuestos a estos países, así como a los nuestros que es a donde envían las remesas. Pero, sí, cada vez Europa es menos atractiva para los inmigrantes latinoamericanos por estas consideraciones que podrían ser transitorias, pero que nadie sabe a ciencia cierta cuánto van a durar.


—¿Qué se sabe de Trujillo del Perú en España?
—Trujillo es una ciudad estrechamente vinculada a España porque Trujillo de Extremadura es la cuna de Francisco Pizarro, conquistador del Perú. Trujillo tiene además la significación de que es la cuna de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del APRA, y aquí hay iniciativas de peruanos y de apristas residentes en España de ponerle un nombre a alguna calle o un busto de Haya de la Torre en Trujillo de Extremadura, por el vínculo histórico con el Perú. Además, Trujillo está unida de alguna manera a España por el arte, que la embajada ha tratado de auspiciar siempre porque probablemente es la ventana más importante que tenemos para exhibirnos como un país milenario con 5 mil años de civilización. En mi gestión hemos dado prioridad al aspecto cultural peruano, a través de la pintura o la poesía, con muy pocos o nulos recursos. El agregado cultural hace ‘malabares’ o ‘magia’ para conseguir local o lograr exposiciones que estamos haciendo casi una vez al mes.

—¿Y cómo se encuentran los trujillanos?
—Barcelona es la ciudad donde más trujillanos y chiclayanos hay. Entiendo que hay barrios enteros que se han trasladado a Barcelona desde el Perú. Hay una comunidad muy bien organizada de trujillanos y chiclayanos y son gente importante que se está abriendo camino en esa zona de España.

sábado, marzo 21, 2009

Reflexiones tras mi viaje a España

El centro de España en invierno, es una tierra donde los vientos gélidos y las hojas secas y crujientes de los álamos te envuelven en una atmósfera en blanco y negro, con algunas pinceladas del sepia. La sobriedad y elegancia de los tonos grises y ocres, que se repiten en edificios de Madrid, Ávila, Valladolid, Salamanca, Alcalá de Henares o Segovia, convierten a un daltónico en un individuo común y corriente: el color es lo que menos resalta en una Europa antártica.
Los árboles esqueléticos y deshojados son como hombres petrificados en este país de modernidad y limpieza, cultura y elegancia, piedras, naturaleza y crisis. Es difícil encontrar aquí barrios pintados como el Arco Iris; por ello, un peruano acostumbrado a colorear su casa de azul, amarillo o verde y vivir en un país polícromo, sufre un violento golpe visual que oprime el corazón y, por momentos, incluso, llega a asfixiar.
Aún así, al caminar en Madrid u otros lugares, no me siento en ciudades extrañas. Debo reconocer que el orden, la limpieza y sobre todo los sistemas de transporte se encuentran un millón de veces más desarrollados que en Perú. Sin embargo, la arquitectura de los edificios, las plazas, los parques, los jirones peatonales o las farolas que iluminan el caminar de los españoles, bien podrían ser los mismos de una Lima bien conservada. La Plaza San Martín de la capital peruana es tal cual o incluso más hermosa que la Plaza Mayor de Madrid. Y si de modernidad se trata, Miraflores y sus acantilados nada tienen que envidiar al barrio más moderno de Madrid, ubicado cerca de la estación Cuzco del Metro y amparado bajo las suntuosas e inclinadas Torres Kío.
La influencia española en Perú aún está tan marcada que Madrid no me sorprende, por lo cual no puedo decir que España es otro mundo. Claro, en Lima y en Perú las afueras de las ciudades grandes lucen paupérrimas y cruelmente empobrecidas, lo cual nos sitúa en un país humilde económicamente hablando. Algunos dicen que el Perú actual es la España de hace 50 años. Yo, que estuve 15 días en la llamada ‘Madre Patria’, puedo dar fe de ello.

Su gente
Más allá de la arquitectura, de sus calles o de sus vistas panorámicas, un país está hecho por su gente. Estoy en el Metro de Madrid, viajando desde la Estación de Marqués de Vadillo hacia Gran Vía. La red de trenes subterráneos de esta ciudad es tan impresionante como laberíntica; realmente es como una ciudad distinta debajo de la tierra y, como necesariamente todos llegan a ella, es el mejor lugar para conocer a los españoles.
A mi costado está parada una vieja colorada que se sujeta de un tubo con una mano y con la otra sostiene un libro abierto que está leyendo. No logro ver el título de la obra. En el Metro más de la mitad de los viajantes siempre lee, otro poco escucha música con audífonos, otros son amigos o pareja y conversan en voz baja, mientras que hay un pequeño puñado de “diferentes” que se ríen a carcajadas y hablan extraño, conocidos como “inmigrantes”. Dentro de ese grupo están los “Sudamericanos”. Ecuatorianos, peruanos, bolivianos, venezolanos, argentinos, etc. A ellos debemos sumarles todos los centroamericanos como nicaragüenses, hondureños o dominicanos, así como a los mexicanos. Ocurre que los españoles llaman “Sudamericano” a cualquier sujeto de rasgos andinos o negros que habla español, que provenga de cualquier punto de América.
Otro grupo lo conforman los africanos. Nunca he visto a alguien cuya piel sea tan negra como un tipo que viaja a mi costado. Es casi azul. Un día estuve hablando con un peruano que llegó a vivir a Madrid hace 20 años, quien me contó que cuando recién empezaron a migrar los africanos a esta ciudad, los niños españoles los señalaban extrañados como si fueran seres de otro planeta. El tipo viaja tranquilo. Lleva una gorra y un polo negro con el número cinco estampado en el pecho. El Metro se detiene en la estación Acacias y sube un español ebrio. Son las 12:30 del mediodía. Hora punta. El tipo, flaco, blanco y narizón, empieza a hablar solo. Se queja de la crisis y de que su mujer le pide más dinero. “La leche y el zumo nunca les faltan a mis hijos”, dice. El negro lo mira de reojo y el español empieza a conversarle sobre lo mismo. Que sus hijos, que la crisis, que el dinero. El joven, que al comienzo ni se inmutaba (como si estuviera zumbando una mosca a su costado), al cabo de unos minutos de soportar el mismo sonsonete lastimero se impacienta y le dice: “Bueno ya, qué espesito eres, ¡tú a lo tuyo y yo a lo mío!” El español se queda callado.
Madrid es una ciudad cosmopolita. En sus calles y en el Metro puedes encontrar chinos, africanos, americanos, europeos y ciudadanos de cualquier parte del mundo. Eso de que hay racismo, yo no lo vi. Al contrario, al ver a gente de todas las razas viviendo bajo el mismo cielo y sirviéndose de la misma infraestructura, sospecho que aquí la gente es tolerante pero a la vez más fría e individualista. Cada uno lee su libro y escucha su música y el resto, no me interesa.
Quienes sí conforman una cultura independiente son los gitanos. Ellos están en todos lados, hablando en caló (su dialecto), con ropajes propios de su cultura y haciendo mucha más bulla que los españoles. Los gitanos son considerados como timadores, sucios e indigentes.

Un contraste con la juventud peruana
Jóvenes con aretes en la cara o con pelos de colores. Otro violento golpe visual. Las apariencias engañan, claro. El fenómeno de los tatuajes, los piercings, los peinados estrambóticos y demás manifestaciones contemporáneas se observan en España sin hacer mucho esfuerzo, lo cual en Perú aún sigue poco desarrollado. Al margen de ello que, como digo, son apariencias, creo que tanto en España como en nuestro país la juventud va por el mismo camino. Si acá cada vez menos jóvenes ceden el asiento a sus mayores en un micro, allá es igual o tal vez peor. Embriagarse en las calles es también una práctica común. La pérdida de valores se siente tanto a ambos lados del mundo.
No es que acá seamos más humanos y allá más robots; todo es igual, con la excepción de que en Perú, por suerte, aún existen pueblos que no se han contaminado con la era “moderna” y el común de la gente es un poco más conservador.
Días atrás, después de mi viaje a España y estando de vuelta en Trujillo, caminé en la noche con un compañero de trabajo hacia mi casa y llegamos al óvalo Larco, donde hay una tienda que vende cervezas. En el lugar, un joven que iba en grupo con otros 10, en automóviles del año, estaba golpeando a otro. Lo insultaba, le daba patadas y puñetazos. El pobre tipo estaba ebrio y en el suelo. Llamé a la Policía, pero antes de que llegaran, esos 10, que definitivamente estaban borrachos o drogados, escaparon a toda marcha en sus autos de lujo. El sujeto golpeado quedó en la calle y siguió su camino, magullado y echando sangre.
Esa escena me hizo recordar a una pelea entre gitanos, una mañana en Madrid. Alba, mi hermosa novia, abrió la ventana y vimos cómo un tipo estaba parado sobre el techo de un automóvil, mientras que otro lo amenazaba con una piedra. Cerré la ventana. Al rato se escucharon los gritos de una mujer, el choque de dos automóviles y las sirenas de la Policía. Abrimos la ventana. El tipo estaba muerto. Una carroza funeraria llegó al cabo de unos minutos. Fue una típica escena de noticia policíaca que he visto durante mucho tiempo y que he redactado en innumerables oportunidades para este diario.
Otro día, vi en el metro de Madrid a peruanos convertidos en payasos, con los pelos parados, con zapatillas costosas, con aretes, con ropa de marca y hablando ya como españoles. Me dio pena y vergüenza. Sin embargo, no me sorprendió mucho porque en Trujillo o en Lima se vive el mismo fenómeno. Las personas que migran de la sierra cuelgan sus polleras, botan sus llanques, se visten con ropa de moda y así tratan de aparentar lo que no son. Un problema de identidad, de autoestima, de quererse, de querer sus raíces. En Perú, la identidad es tan frágil… Y aunque no tengan un quinto en el bolsillo, tal vez, en el fondo, aquellas personas esconden una alegría porque ya no son serranos sino “costeños”. Allá, ya no son peruanos sino “españoles”. O eso creen. Así de tonto es este mundo envilecido, allá y acá.
La diferencia más fuerte entre España y Perú es que aquí aún hay poblados menos “contaminados” pero a la vez donde la gente no tiene acceso a servicios modernos. Para todo el mundo ellos son pobres, pero si vemos un poco más allá, tal vez esas personas que viven así, que son tan “pobres” y que al mundo dan pena, sean las únicas ricas que quedan en el planeta.
Ayer vi un documental que trataba sobre la felicidad y me sorprendió cuando dijeron que las personas más felices del mundo viven en un pequeño pueblo de la amazonía peruana, a donde sólo se llega en barco. ¿Acaso ellos son pobres? Viven arando la tierra, criando sus animales, en chozas tal cual como sus antepasados, utilizando medicamentos tradicionales y comiendo lo que siembran o pescan. ¿Dónde está la pobreza? Pero, para el mundo, un lugar sin centros comerciales, sin un hospital ni un colegio privado, es un lugar pobre que merece ser ayudado. Yo diría que, en realidad para muchas de esas personas “solidarias”, es un lugar virgen que merece ser conquistado, contaminado y metido al mercado para acrecentar el número de posibles compradores.

La crisis económica
La crisis económica mundial, que en Perú es como un fantasma algo lejano (aunque algunos dicen que aquí la crisis no se siente porque el Perú siempre está en crisis), se percibe en España hasta cuando miras televisión y por eso la gente anda bastante preocupada. Ya son casi 4 millones de desempleados y la cifra sigue subiendo.
Ahora estoy en Valladolid. Viajé tres horas en un tren desde Madrid, pasando por la medieval Ávila, y estoy caminando por el casco histórico de esta ciudad mediana y fría. Alba ya me había advertido que en este lugar muchos negocios están cerrando sus puertas por la crisis, pero nunca imaginé que fueran tantos. Carteles como “remate por cierre”, “liquidación” o “precios increíbles” saltan a la vista en todas las calles. Incluso, una boutique de nombre “Markus” pintó en su vidrio exterior: "¡¡CRISIS, CRISIS, LAS MEJORES REBAJAS DE LA HISTORIA!!”
Regreso a mi habitación y enciendo la televisión. El spot de un banco anuncia un nuevo servicio de créditos con menos intereses “por la crisis”. Otro habla del último invento en la industria automotriz, “el 'coche anticrisis', que costará la increíble suma de 1.700 euros”. En este país, ahora, la crisis se huele, se siente, se observa, se come y se lee en las portadas de los diarios.
Esta situación inesperada tal vez cambie la percepción colectiva en Perú sobre España y el resto del mundo. Seguramente cada vez menos peruanos decidirán viajar para aventurarse en estas tierras en busca de una “mejor vida” y empezarán a mirar hacia adentro.
El sector más afectado es sin duda el de la construcción. Por eso, no es raro observar en algunas ciudades españolas (sobre todo en Madrid) obras inconclusas y paralizadas. Puentes o edificios, casas o caminos. La crisis se siente y se ve, ya lo dije. En estas condiciones, abandonar a la familia en Perú para “hacer dinero” en España, puede convertirse en una aventura con triste final. Piénselo bien antes de emprenderla.