sábado, marzo 21, 2009

Reflexiones tras mi viaje a España

El centro de España en invierno, es una tierra donde los vientos gélidos y las hojas secas y crujientes de los álamos te envuelven en una atmósfera en blanco y negro, con algunas pinceladas del sepia. La sobriedad y elegancia de los tonos grises y ocres, que se repiten en edificios de Madrid, Ávila, Valladolid, Salamanca, Alcalá de Henares o Segovia, convierten a un daltónico en un individuo común y corriente: el color es lo que menos resalta en una Europa antártica.
Los árboles esqueléticos y deshojados son como hombres petrificados en este país de modernidad y limpieza, cultura y elegancia, piedras, naturaleza y crisis. Es difícil encontrar aquí barrios pintados como el Arco Iris; por ello, un peruano acostumbrado a colorear su casa de azul, amarillo o verde y vivir en un país polícromo, sufre un violento golpe visual que oprime el corazón y, por momentos, incluso, llega a asfixiar.
Aún así, al caminar en Madrid u otros lugares, no me siento en ciudades extrañas. Debo reconocer que el orden, la limpieza y sobre todo los sistemas de transporte se encuentran un millón de veces más desarrollados que en Perú. Sin embargo, la arquitectura de los edificios, las plazas, los parques, los jirones peatonales o las farolas que iluminan el caminar de los españoles, bien podrían ser los mismos de una Lima bien conservada. La Plaza San Martín de la capital peruana es tal cual o incluso más hermosa que la Plaza Mayor de Madrid. Y si de modernidad se trata, Miraflores y sus acantilados nada tienen que envidiar al barrio más moderno de Madrid, ubicado cerca de la estación Cuzco del Metro y amparado bajo las suntuosas e inclinadas Torres Kío.
La influencia española en Perú aún está tan marcada que Madrid no me sorprende, por lo cual no puedo decir que España es otro mundo. Claro, en Lima y en Perú las afueras de las ciudades grandes lucen paupérrimas y cruelmente empobrecidas, lo cual nos sitúa en un país humilde económicamente hablando. Algunos dicen que el Perú actual es la España de hace 50 años. Yo, que estuve 15 días en la llamada ‘Madre Patria’, puedo dar fe de ello.

Su gente
Más allá de la arquitectura, de sus calles o de sus vistas panorámicas, un país está hecho por su gente. Estoy en el Metro de Madrid, viajando desde la Estación de Marqués de Vadillo hacia Gran Vía. La red de trenes subterráneos de esta ciudad es tan impresionante como laberíntica; realmente es como una ciudad distinta debajo de la tierra y, como necesariamente todos llegan a ella, es el mejor lugar para conocer a los españoles.
A mi costado está parada una vieja colorada que se sujeta de un tubo con una mano y con la otra sostiene un libro abierto que está leyendo. No logro ver el título de la obra. En el Metro más de la mitad de los viajantes siempre lee, otro poco escucha música con audífonos, otros son amigos o pareja y conversan en voz baja, mientras que hay un pequeño puñado de “diferentes” que se ríen a carcajadas y hablan extraño, conocidos como “inmigrantes”. Dentro de ese grupo están los “Sudamericanos”. Ecuatorianos, peruanos, bolivianos, venezolanos, argentinos, etc. A ellos debemos sumarles todos los centroamericanos como nicaragüenses, hondureños o dominicanos, así como a los mexicanos. Ocurre que los españoles llaman “Sudamericano” a cualquier sujeto de rasgos andinos o negros que habla español, que provenga de cualquier punto de América.
Otro grupo lo conforman los africanos. Nunca he visto a alguien cuya piel sea tan negra como un tipo que viaja a mi costado. Es casi azul. Un día estuve hablando con un peruano que llegó a vivir a Madrid hace 20 años, quien me contó que cuando recién empezaron a migrar los africanos a esta ciudad, los niños españoles los señalaban extrañados como si fueran seres de otro planeta. El tipo viaja tranquilo. Lleva una gorra y un polo negro con el número cinco estampado en el pecho. El Metro se detiene en la estación Acacias y sube un español ebrio. Son las 12:30 del mediodía. Hora punta. El tipo, flaco, blanco y narizón, empieza a hablar solo. Se queja de la crisis y de que su mujer le pide más dinero. “La leche y el zumo nunca les faltan a mis hijos”, dice. El negro lo mira de reojo y el español empieza a conversarle sobre lo mismo. Que sus hijos, que la crisis, que el dinero. El joven, que al comienzo ni se inmutaba (como si estuviera zumbando una mosca a su costado), al cabo de unos minutos de soportar el mismo sonsonete lastimero se impacienta y le dice: “Bueno ya, qué espesito eres, ¡tú a lo tuyo y yo a lo mío!” El español se queda callado.
Madrid es una ciudad cosmopolita. En sus calles y en el Metro puedes encontrar chinos, africanos, americanos, europeos y ciudadanos de cualquier parte del mundo. Eso de que hay racismo, yo no lo vi. Al contrario, al ver a gente de todas las razas viviendo bajo el mismo cielo y sirviéndose de la misma infraestructura, sospecho que aquí la gente es tolerante pero a la vez más fría e individualista. Cada uno lee su libro y escucha su música y el resto, no me interesa.
Quienes sí conforman una cultura independiente son los gitanos. Ellos están en todos lados, hablando en caló (su dialecto), con ropajes propios de su cultura y haciendo mucha más bulla que los españoles. Los gitanos son considerados como timadores, sucios e indigentes.

Un contraste con la juventud peruana
Jóvenes con aretes en la cara o con pelos de colores. Otro violento golpe visual. Las apariencias engañan, claro. El fenómeno de los tatuajes, los piercings, los peinados estrambóticos y demás manifestaciones contemporáneas se observan en España sin hacer mucho esfuerzo, lo cual en Perú aún sigue poco desarrollado. Al margen de ello que, como digo, son apariencias, creo que tanto en España como en nuestro país la juventud va por el mismo camino. Si acá cada vez menos jóvenes ceden el asiento a sus mayores en un micro, allá es igual o tal vez peor. Embriagarse en las calles es también una práctica común. La pérdida de valores se siente tanto a ambos lados del mundo.
No es que acá seamos más humanos y allá más robots; todo es igual, con la excepción de que en Perú, por suerte, aún existen pueblos que no se han contaminado con la era “moderna” y el común de la gente es un poco más conservador.
Días atrás, después de mi viaje a España y estando de vuelta en Trujillo, caminé en la noche con un compañero de trabajo hacia mi casa y llegamos al óvalo Larco, donde hay una tienda que vende cervezas. En el lugar, un joven que iba en grupo con otros 10, en automóviles del año, estaba golpeando a otro. Lo insultaba, le daba patadas y puñetazos. El pobre tipo estaba ebrio y en el suelo. Llamé a la Policía, pero antes de que llegaran, esos 10, que definitivamente estaban borrachos o drogados, escaparon a toda marcha en sus autos de lujo. El sujeto golpeado quedó en la calle y siguió su camino, magullado y echando sangre.
Esa escena me hizo recordar a una pelea entre gitanos, una mañana en Madrid. Alba, mi hermosa novia, abrió la ventana y vimos cómo un tipo estaba parado sobre el techo de un automóvil, mientras que otro lo amenazaba con una piedra. Cerré la ventana. Al rato se escucharon los gritos de una mujer, el choque de dos automóviles y las sirenas de la Policía. Abrimos la ventana. El tipo estaba muerto. Una carroza funeraria llegó al cabo de unos minutos. Fue una típica escena de noticia policíaca que he visto durante mucho tiempo y que he redactado en innumerables oportunidades para este diario.
Otro día, vi en el metro de Madrid a peruanos convertidos en payasos, con los pelos parados, con zapatillas costosas, con aretes, con ropa de marca y hablando ya como españoles. Me dio pena y vergüenza. Sin embargo, no me sorprendió mucho porque en Trujillo o en Lima se vive el mismo fenómeno. Las personas que migran de la sierra cuelgan sus polleras, botan sus llanques, se visten con ropa de moda y así tratan de aparentar lo que no son. Un problema de identidad, de autoestima, de quererse, de querer sus raíces. En Perú, la identidad es tan frágil… Y aunque no tengan un quinto en el bolsillo, tal vez, en el fondo, aquellas personas esconden una alegría porque ya no son serranos sino “costeños”. Allá, ya no son peruanos sino “españoles”. O eso creen. Así de tonto es este mundo envilecido, allá y acá.
La diferencia más fuerte entre España y Perú es que aquí aún hay poblados menos “contaminados” pero a la vez donde la gente no tiene acceso a servicios modernos. Para todo el mundo ellos son pobres, pero si vemos un poco más allá, tal vez esas personas que viven así, que son tan “pobres” y que al mundo dan pena, sean las únicas ricas que quedan en el planeta.
Ayer vi un documental que trataba sobre la felicidad y me sorprendió cuando dijeron que las personas más felices del mundo viven en un pequeño pueblo de la amazonía peruana, a donde sólo se llega en barco. ¿Acaso ellos son pobres? Viven arando la tierra, criando sus animales, en chozas tal cual como sus antepasados, utilizando medicamentos tradicionales y comiendo lo que siembran o pescan. ¿Dónde está la pobreza? Pero, para el mundo, un lugar sin centros comerciales, sin un hospital ni un colegio privado, es un lugar pobre que merece ser ayudado. Yo diría que, en realidad para muchas de esas personas “solidarias”, es un lugar virgen que merece ser conquistado, contaminado y metido al mercado para acrecentar el número de posibles compradores.

La crisis económica
La crisis económica mundial, que en Perú es como un fantasma algo lejano (aunque algunos dicen que aquí la crisis no se siente porque el Perú siempre está en crisis), se percibe en España hasta cuando miras televisión y por eso la gente anda bastante preocupada. Ya son casi 4 millones de desempleados y la cifra sigue subiendo.
Ahora estoy en Valladolid. Viajé tres horas en un tren desde Madrid, pasando por la medieval Ávila, y estoy caminando por el casco histórico de esta ciudad mediana y fría. Alba ya me había advertido que en este lugar muchos negocios están cerrando sus puertas por la crisis, pero nunca imaginé que fueran tantos. Carteles como “remate por cierre”, “liquidación” o “precios increíbles” saltan a la vista en todas las calles. Incluso, una boutique de nombre “Markus” pintó en su vidrio exterior: "¡¡CRISIS, CRISIS, LAS MEJORES REBAJAS DE LA HISTORIA!!”
Regreso a mi habitación y enciendo la televisión. El spot de un banco anuncia un nuevo servicio de créditos con menos intereses “por la crisis”. Otro habla del último invento en la industria automotriz, “el 'coche anticrisis', que costará la increíble suma de 1.700 euros”. En este país, ahora, la crisis se huele, se siente, se observa, se come y se lee en las portadas de los diarios.
Esta situación inesperada tal vez cambie la percepción colectiva en Perú sobre España y el resto del mundo. Seguramente cada vez menos peruanos decidirán viajar para aventurarse en estas tierras en busca de una “mejor vida” y empezarán a mirar hacia adentro.
El sector más afectado es sin duda el de la construcción. Por eso, no es raro observar en algunas ciudades españolas (sobre todo en Madrid) obras inconclusas y paralizadas. Puentes o edificios, casas o caminos. La crisis se siente y se ve, ya lo dije. En estas condiciones, abandonar a la familia en Perú para “hacer dinero” en España, puede convertirse en una aventura con triste final. Piénselo bien antes de emprenderla.

5 comentarios:

INTERMEDIA ZONA NORTE dijo...

Arabe-.-! k bueno saber sino personalmente al menos a través de tu blog...saber que la Madre Patria no es tan madre ni patria..sino un país como cualquier otro que ahora vive en crisis...claro eso no nos alegra para nada tampoco...pero como das entender..es hora de mirar la riqueza k se puede generar en nuestro propio Perú..
un abrazo cordial
de tu amigo

L U C H O ....!

FUENTES AZAÑEDO, VICTORIA YSABEL dijo...

SABE ME PARECE MUY INTERESANTE SU VIAJE Y MAS POR LO QUE NOS CONTO HACERCA DE ELLOS.. ESPERO ALGUN DIA VIAJAR PERO SOLO DE VISITA JAJA BESOS

trujilloteve.com dijo...

Durante los últimos años el blog ha comenzado a obtener una gran presencia en Internet. En el Perú superan ya los 15 mil blogs y cada vez va en aumento. La ciudad de Trujillo no puede estar ajena a utilizar esta interesante herramienta interactiva. Por eso un grupo de jóvenes periodistas crearon en octubre del 2008 la primera red de blogs llamada www.inkablogs.com . Y recientemente acaba de crear el primer videoblog, que es igual a, digamos, ver televisión local por internet. El videoblog se llama: www.trujilloteve.com
GRACIAS POR SU VISITA
Puede agregarnos a su msn para compartir ideas acerca de los blogs y videoblogs. trujilloteve@hotmail.com

andreina olivos dijo...

me parecio muy interesan tu viaje a españa y me di cuenta de muchas cosas que las personas que estan por alla pueden observar sbre esa cultura .., ademas lo que dijiste sobre su gente me familiarizo con mi lima.. me gustaria comentar mas pero no tengo mucho tiempo.. andreina

Jacky dijo...

pasaba por aqui, y queria dejarle un saludo y decirle que su viaje es muy interesante además para una persona que le encanta la aventura y conocer nuevas cosas, como le encantta a usted. mucha suerte...jacky