martes, marzo 30, 2010

Reportaje

¿América Latina o el Macondo de García Márquez?

Doscientos años después de haberse independizado de sus metrópolis europeas, América Latina podría parecerse más al Macondo de Gabriel García Márquez que a un continente unido, estable y desarrollado. “Gabo” pone punto final a “Cien años de soledad” después de que vientos huracanados devastaran al pueblo en el cual muchas familias habían depositado sus ilusiones, y las coincidencias son asombrosas. La obra maestra del Nobel colombiano se divide en 20 capítulos que bien podrían ser las 20 décadas de vida de los países de Latinoamérica. En los primeros 16, el escritor narra la fundación y el desarrollo de Macondo, mientras que los cuatro últimos están dedicados al decaimiento de esta tierra prodigiosa que no supo encaminarse hacia el desarrollo, o que tal vez desde que nació ya estaba condenada a desaparecer.

“Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda
oportunidad sobre la tierra”, advirtió el escritor.


Pero más allá del realismo mágico, y considerando que evidentemente Latinoamérica no desaparecerá como Macondo, esa misma frustración de la familia Buendía, que vivía en un mundo cíclico de tiranos y gitanos, entre insomnios y olvidos, entre guerras, masacres y desdichas, es el sentimiento que hoy podría invadir a muchos latinoamericanos al ver cómo sus países, tan ricos en cultura y recursos naturales y muchos de los cuales están bien posicionados macroeconómicamente hablando, permanecen divididos, con altos índices de pobreza y, peor aún, en manos del populismo.
Actualmente, nueve países de Iberoamérica están celebrando 200 años de su liberación de la Corona española. Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Paraguay y Venezuela (con España como invitada) conforman el “Grupo Bicentenario”, una instancia multilateral constituida en diciembre de 2007 en Santiago de Chile para organizar y celebrar los procesos de independencia de los países americanos.
Sin embargo, al margen de los fuegos artificiales, de los discursos y de los debates, Latinoamérica (no sólo este grupo de Estados bicentenarios sino todo el continente) es un lugar donde las desigualdades sociales son evidentes, donde las instituciones políticas aún no se han consolidado en un nivel óptimo y donde hablar de integración es –por ahora– sólo un sueño.

Rica, pero dividida
Escenario de desarrollo de grandes culturas, como los Aztecas, los Mayas o los Incas, Latinoamérica es un lugar diverso, rico en recursos naturales (sólo Sudamérica posee el 42% de las aguas dulces del mundo), tradiciones y manifestaciones artísticas. Sin embargo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) califica a esta región como “la más desigual del mundo”.
Esto lo sabe muy bien el periodista y analista económico español Hernando Fernández Calleja, quien asegura que “comienza a ser problemático hablar de Latinoamérica en otro sentido que no sea el sencillamente geográfico”.
Fernández Calleja añade que actualmente no es posible considerar a Latinoamérica como un todo debido a las profundas diferencias en cuanto al grado de desarrollo social, político y económico entre sus distintos países. “Hay enormes diferencias en la cultura económica de los países latinoamericanos, muy diferentes actitudes de la población y, sobre todo, algo que me parece fundamental: que el Estado de Derecho, es decir, el imperio de la ley, no rige en todos los países por igual”, sostiene.

En distintas direcciones
En Latinoamérica existen numerosos tratados, alianzas, comunidades y áreas de libre comercio que apuntarían a la integración económica y política y a la reducción de la pobreza, entre otros aspectos. Sin embargo, en la práctica, se trata de organismos que no han cumplido sus objetivos de integración y que han creado “islas” en el continente que se mueven hacia distintas direcciones.
Entre éstos destacan la Comunidad Andina (CAN), el Mercado Común del Sur (Mercosur), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Organización de Estados Centroamericanos (Odeca) y la recién creada Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELC), entre otras de menor trascendencia o que ya han muerto.
Asegurar que estos organismos no han cumplido sus objetivos se basa en hechos. La CAN, que nació en 1969 con la suscripción del Acuerdo de Cartagena, actualmente la integran Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia (Chile y Venezuela se retiraron en el camino) y, aunque se trata sólo de cuatro países, dentro de ella existen dos subgrupos. Por un lado, Ecuador y Bolivia congenian con la Alternativa Bolivariana para la América (ALBA), que promueve el presidente venezolano Hugo Chávez Frías para luchar contra el “imperialismo yanqui”, mientras que Perú y Colombia son países que apuestan por el libre mercado sincero y que han suscrito tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Hugo Chávez, que formó la ALBA como contrapropuesta al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que lidera Estados Unidos, marca una de las tendencias políticas a la cual muchos países latinoamericanos se van adhiriendo.
Luchar contra el “imperio” de EEUU “que explota a Latinoamérica” y el sistema neoliberal que –según Chávez– sólo quiere enriquecer a los más ricos y oprimir a los más pobres, son dos aspectos que el mandatario venezolano utiliza como armas de su “lucha”.
Para el profesor de Historia Política en la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid Manuel Álvarez Tardío,

“Hugo Chávez representa el camino del suicidio, del aislamiento, de la
repetición de errores, y todo con un precio muy alto para la libertad y el
pluralismo”.


Fernández Calleja considera lo mismo: “Los nacionalismos, sean internos dentro de una misma nación o sean de la nación frente al exterior, son siempre perjudiciales porque interponen fronteras artificiales a la creación de riqueza. Hoy, la clave del crecimiento económico y, en paralelo, del progreso de las poblaciones, es inseparable de la globalización, que es un fenómeno del que no te puedes apear en marcha, porque te quedas en la marginalidad”.
Aun así, la ALBA izquierdista que creó Chávez con el ex presidente cubano Fidel Castro en La Habana en el 2004, a pesar de sus ataques contra la libertad de prensa, de sus contradicciones y de su populismo extremo que está generando más pobreza y está acabando con la clase media en Venezuela, ha dejado de ser una simple piedrecita en el zapato de Estados Unidos y de América Latina para convertirse en una plataforma política con numerosos “adeptos”. Actualmente, además de Venezuela y Cuba, la ALBA está integrada por países como Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Dominica, Antigua y Barbuda y San Vicente y Granadinas.
Además de la ALBA, no debemos olvidar a la socialista Cuba. El historiador cubano exiliado en México Rafael Rojas, en un artículo de opinión publicado semanas atrás en “El País”, hace referencia a que “en las dos últimas décadas, cada vez que un Gobierno de la zona criticó la violación de derechos humanos en Cuba, la reacción de La Habana fue acusar a dicho Gobierno de ‘lacayo del imperio’ y movilizar a las izquierdas radicales en su contra, utilizando a las embajadas cubanas en la región […] En todo caso, la mayoría de los Gobiernos de la región quiere ahorrarse la furia de las izquierdas procubanas y prefiere callar cuando La Habana deja morir a un preso político”.
Ante esto, Álvarez Tardío apunta:

“A estas alturas, veinte años después de la caída del muro de Berlín, ya sabemos
que el capitalismo y la democracia no forman un sistema perfecto, pero sí el
mejor que hemos conocido”.


Rafael Rojas complementa: “[América Latina es] una zona del mundo donde el autoritarismo sigue vivo, a pesar de las últimas transiciones”.
Otro organismo como el Mercosur, que desde 1991 lo integran Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, no ha logrado sus objetivos de integración social, comercial y económica y es considerado sólo como una unión aduanera con imperfecciones.
No obstante, cabe precisar que Brasil ha crecido en términos económicos hasta niveles insospechados, tanto así que ha dejado de ser un país endeudado para ser un país que otorga préstamos, que además integra el grupo del G13 y que en el 2050 podría ser una de las seis economías emergentes más fuertes del mundo (junto con Estados Unidos, China, Rusia, India y México).
Hablar de integración en América Central es una locura, por ello la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA) y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) son prácticamente inexistentes. Pero lo mismo ocurre en Sudamérica, aunque en otro nivel. Vale decir que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que la integran desde el 2008 los doce países independientes de Sudamérica (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela), no ha logrado consolidarse y mucho menos reducir las brechas sociales que existen entre los mismos países y sobre todo al interior de éstos.

Los “líderes” en América Latina
México en el norte y Brasil en el sur. A pesar de la inseguridad que afecta al primero por la presencia de mafias dedicadas al narcotráfico y de las diferencias sociales muy marcadas en el segundo, ambas son las economías líderes en América Latina.
Como ya se mencionó líneas arriba, se estima que en el 2050 ambos se ubicarán entre los seis países emergentes más poderosos del mundo.
Por ahora, México, aplicando una economía cien por cien neoliberal, se ha convertido en la segunda nación de América Latina (sólo superada por Brasil) y es considerado un país emergente situado en la decimotercera ubicación mundial en el ranking del PIB nominal. Aun así, la diferencia social allí es muy marcada entre los ricos y los pobres.
Lo mismo ocurre en Brasil, que se ubica en el octavo puesto del PIB nominal y que como México presenta un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alto. Brasil es un país que viene fortaleciendo a su clase media gracias a la aplicación de políticas sociales basadas en las transferencias monetarias a los más pobres, pero aún así casi el 30% de su población vive en estado de pobreza.
En Río de Janeiro, su ciudad emblema y una de las más bellas del mundo, un aproximado de 13% de la población vive en estado de pobreza. Esto se materializa en las favelas, que son “islas” de miseria insertadas en la misma ciudad.
En parecida situación está Chile, considerado como un buen ejemplo de desarrollo pero también como un mal paradigma cuando de distribuir la riqueza se trata. En términos económicos, en el 2020 se estima que Chile, el cual se insertó en el modelo neoliberal desde la dictadura de Augusto Pinochet, será un país desarrollado. Sin embargo, Chile es considerado ahora mismo uno de los cuatro países más desiguales de Sudamérica, junto con Brasil, Bolivia y Paraguay.
Para Fernández Calleja, las desigualdades sociales se podrán reducir cuando haya igualdad de oportunidades en la educación, cuando se fortalezca la clase media en términos económicos y de preparación adecuada y cuando las instituciones estatales se vean limpias de la corrupción y de “poderes paralelos como el de los narcotraficantes”.

“El Estado de Derecho debe tener suficientes resortes para expulsar las
prácticas corruptas, que minan la moral de la gente y que generan desconfianza.
Es todo lo mismo, un círculo vicioso. Así se irá fortaleciendo una clase media
preparada, que es el gran amortiguador de las tensiones sociales”, señala.


Álvarez Tardío agrega que “el camino para el desarrollo, como en otras partes y en otro tiempo, siempre es una mezcla inteligente y prudente de buenas dosis de libertad, seguridad y pragmatismo. Por lo demás, la posibilidad de redistribuir riqueza y dar oportunidades a los más débiles está ligada a la capacidad de una sociedad de generar riqueza en un mundo cada vez más complejo y competitivo”.
Otro caso de crecimiento exitoso, al menos en números, es el de Perú. Si en 1990 el país se desangraba por el terrorismo y la hiperinflación sumada a la corrupción lo tenían en quiebra, actualmente se muestra como uno de los países estables de mayor crecimiento económico en la región, con una de las inflaciones más bajas del mundo, casi exento de violencia terrorista y muy empeñado en abrirle las puertas a la inversión privada y en suscribir la mayor cantidad posible de tratados de libre comercio. En este contexto, ahora Perú tiene un IDH alto, pero sus niveles de pobreza se sitúan por encima del 48%. Una vez más, la desigualdad sigue presente.
Hablando en términos generales, la CEPAL espera que en el 2010 América Latina y el Caribe crezcan a un ritmo del 4,1%, iniciando así la superación del impacto negativo de la crisis económica mundial. Aunque, la comisión proyecta tasas positivas de crecimiento para la mayor parte de los países, explica que persisten dudas sobre si la recuperación será sostenida en el tiempo, ya que el escenario externo aún genera incertidumbre y podría afectar las expectativas de crecimiento de la región.
“Lo peor de la crisis ha quedado atrás. Los motores del crecimiento ya se encendieron nuevamente, pero no se sabe cuánto nos durará el combustible”, advirtió Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, al dar a conocer el informe.
Según las proyecciones de la CEPAL, Brasil encabezará la lista de los países que más crecerán en 2010, con una expansión estimada de 5,5%. Le seguirán Perú y Uruguay (5% cada uno), y Bolivia, Chile y Panamá (4,5%), mientras que Argentina y Surinam crecerán 4,0%. México, en tanto, crecerá 3,5%, al igual que Costa Rica y República Dominicana.

¿Qué se siente desde Europa?
Para el escritor español Johari Gautier Carmona, descendiente de una familia africana que migró al Caribe, quien ahora vive en Barcelona, América Latina se ve desde Europa “como un bloque” preso del atraso y de la inestabilidad.

“A América Latina se la mira casi de la misma forma como se mira a África,
aunque con un despertar político y un ligero progreso económico. Tal vez la
diferencia con África sea que en América se habla en su mayoría el español, el
portugués o el francés. Pero hay muchos estereotipos y un gran desconocimiento
que creo que se basan en el miedo y la ignorancia”, declara.


Al respecto, Álvarez Tardío considera fundamental luchar en Europa contra “el tópico, muy presente en España, de que América Latina es una especie de bloque al que debemos tratar con políticas similares y bajo una misma óptica”.
“Hay muchos elementos importantes para que pensemos en América Latina como una realidad compleja y plural que exige de nosotros un tratamiento igualmente plural. Y no es sólo por cuestiones culturales, lingüísticas o económicas, sino también por las diferencias evidentes de desarrollo político y estabilidad institucional”, agrega.
El profesor de la Universidad Rey Juan Carlos agrega que en España existe una imagen dual: por un lado, la idea indiscutible de que España tiene que ser el lazo de unión de América Latina con Europa –debe tener un protagonismo especial en ese terreno por razones no sólo culturales, sino también políticas–; y, por otro, la idea de que América Latina es una región que cada vez resulta más lejana y más difícil de comprender.
“Tengo la sensación de que el acercamiento de España a Europa la alejó de América Latina. Aunque sólo en parte, pues luego vino la expansión de las empresas españolas y la necesidad de tener una política exterior a la altura de nuestras inversiones”, considera.
Fernández Calleja siente que esa visión de conjunto que se tiene de Latinoamérica en Europa, se desprende ahora del hecho de que la crisis financiera internacional no ha afectado demasiado a Latinoamérica.
“En ese sentido, mi opinión es que no ha ido mal. Pero, claro, hay excepciones en las que, bien por el populismo puro y duro, bien por la arbitrariedad populista (del primero el paradigma es Venezuela; del segundo, Argentina) no puede esperarse un gran progreso, por más que algunas cifras, en el caso de Argentina, oculten en parte la mala situación”, considera.

¿Qué hacer?
Para Fernández Calleja, la clave del desarrollo en la que coinciden la mayoría de los estudiosos es fortalecer el Estado de Derecho. “La vigencia de la ley y de las instituciones democráticas debe estar sobre los gobernantes, e incluso sobre las condiciones de producción de un país. En la inestabilidad, solo invierten quienes no pretenden un beneficio común, sino que sólo especulan, en el peor de los sentidos. La estabilidad de las instituciones es la garantía de los turnos políticos, de la alternancia en el poder de unos y otros partidos y, por tanto, de los límites en el ejercicio del poder. La estabilidad es la base de la continuidad de la formación de los ciudadanos, sin la cual también es imposible progresar”, explica.
Añade que a líderes como Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa “les deberían servir de ejemplo países que han tenido en pocos años un despegue económico y social importante, sin necesidad de ser geográficamente y poblacionalmente tan grandes como Brasil o México. Por ejemplo, Chile o algunos países del Este de Europa después del comunismo”.
Álvarez Tardío piensa lo mismo:

“El capitalismo, como la democracia, requieren de algo básico, que es lo que
probablemente peor está resultando en algunos países de América Latina: la
estabilidad institucional, es decir, que los ciudadanos perciban que se pueden
fiar de sus instituciones, que tienen seguridad no ya para sus propiedades sino
para el futuro de sus proyectos, para sus desarrollos personales”.


Agrega que esa seguridad ligada a la estabilidad institucional sólo se consigue consensuando marcos políticos, luchando con firmeza y sin miedo contra los tramposos, los corruptos y los violentos, y creando un Estado fuerte, capaz de redistribuir la riqueza y hacer política social.
“Un Estado fuerte no es, pese a lo que muchos creen, un Estado que no ahoga la libertad, sino un Estado que se muestra firme en la defensa de la libertad”, puntualiza.
De lograrse esto, como agrega Fernández Calleja, “habrá mejores y peores gobernantes, incluso corruptos y falsarios, pero si hay libertad, sus excesos serán corregidos por el mismo sistema. Esa es la clave”.
Pero va más allá: “En cuanto a Europa y también Estados Unidos, lo que tienen que hacer es desterrar el paternalismo y sustituirlo por una cooperación generosa, que no sólo es económica, sino, sobre todo, de formación y de allanamiento de las diferencias culturales y de todo tipo en América Latina. Y también, abandonar sus posiciones proteccionistas, especialmente en la agricultura, para favorecer el comercio internacional y por ende, dar entrada a los productos agrícolas de América Latina y África. Ésa sería una gran aportación”, dice Fernández Calleja, tras puntualizar que Latinoamérica es la mayor región productora de alimentos del mundo.
Por ahora, problemas como el narcotráfico que comparten Colombia y Perú, las injusticias en la distribución de las riquezas que afectan seriamente a Chile, Brasil o Argentina, las crisis políticas de Centroamérica, el nacionalismo, el populismo y la violencia generada por mafias en México, entre otros, son algunos de los retos que deben resolver los países latinoamericanos en los próximos años.
Las condiciones para lograrlo están dadas. Ya lo dijo el propio “Gabo” en 1982, al recibir el Premio Nobel de Literatura:

“No es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una
nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta
la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad,
y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para
siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.


Si esto no se consigue, como lo dijo el uruguayo Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, la región incluso podría perder por completo el derecho de llamarse América, “ya que, para el mundo, América hace referencia a Estados Unidos”. De lo contrario, y si esto no se consigue, quién sabe, tal vez América Latina se vea condenada al vendaval garcimarquezano que lo destruye todo y sólo deja polvo, miseria y desolación.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Pier,al leer las expresiones de tus experiencias en tu estadia europea,espècialmente en España es literalmente refrescante poder tener opiniones diferentes y puntos de vista sociales, no tratados periodisticamente,siempre es bueno y constructivo el conocer opiniones de diferentes autores proscedntes de otros lugares del orbe. felicitaciones y sigue enviandonos tus notas, saludos
desde "LA ESTACIÒN" los mejores pollos de todo el mundo.

Anónimo dijo...

No hay duda. En La Estación se comían los mejores pollos a la brasa del mundo. Recuerdo con alegría aquellos días de trabajo con el mandil bien puesto y los cuchillos afilados.

Pier.