jueves, agosto 16, 2007

Ruta Inka 2007 llegó al complejo arqueológico de Tiwanaku
Baño de energía Aymara
Aventureros se cargaron con la magia de los enigmáticos templos preincas ubicados en Bolivia.

Cuando Andrés Jiménez llegó a la piedra donde Evo Morales juró como presidente de Bolivia, en el complejo arqueológico de Tiwanaku, se colocó en cuclillas, cerró los ojos y reposó sus dos manos sobre el inmenso resto lítico. Este expedicionario costarricense, larguirucho y de melena larga, sólo quería sentir la energía que impregnaron los aymaras en esta grandiosa construcción. Y, por lo que dijo luego, lo consiguió. “Se sentía muy cálido y por un momento mis manos empezaron a palpitar, como si estuviera recibiendo algo”, expresó poco antes de que el guía de turismo pidiera continuar con la marcha.
Las ruinas de Tiwanaku se ubican a sólo diez minutos a pie de un pueblo homónimo, a más de 3.800 metros de altitud (a dos horas de La Paz) y son consideradas como el complejo arqueológico más importante de Bolivia. Los expedicionarios de la Ruta Inka ayer visitamos este lugar y admiramos sus templos ceremoniales, sus monolitos, las famosas puertas del Sol y la Luna y los museos aledaños al complejo. Aquellas imágenes que sólo las pude ver de niño en los libros de Historia del Perú, por fin estaban allí, tan cerca, tan perfectas, sintiendo como yo los vientos gélidos de los Andes.
Pero no sólo fue el aventurero costarricense quien recibió ese baño de energías positivas. En realidad, todos los expedicionarios frotaron las piedras pulidas, escucharon el eco de los viejos escenarios y atraparon con las manos, abriéndolas y cerrándolas de manera simbólica, las vibras de los antiguos pobladores.
En Tiwanaku existen numerosos centros ceremoniales, desde los que se ubican bajo la tierra y que los aymaras dedicaron al inframundo o tierra de los muertos, hasta el majestuoso Kalasasaya, donde se conserva la famosa Portada del Sol y hasta dos monolitos pétreos impresionantes. Los grabados en las construcciones, dedicados al Dios Wiracocha, Inti o Sol, así como a otras deidades del mundo Aymara, demuestran que esta civilización preinca alcanzó un elevado grado de desarrollo arquitectónico y cultural.
Lo que más impresionó ayer a los expedicionarios de la Ruta Inka fueron las inmensas piedras que se emplearon en la construcción de los templos. El guía explicó que probablemente las rocas de granito fueron traídas en barcos desde el actual territorio peruano. Sin embargo, todo lo que se sabe son conjeturas e hipótesis que pretenden explicar la edificación de los templos. “Definitivamente, los aymaras fueron un pueblo muy extenso y desarrollado, con ciudades mucho más grandes que las existentes ahora en Bolivia”, dijo el guía.
Poco antes de la visita, el etnomusicólogo chileno Marcelo González Borié explicó a los expedicionarios, en breve charla, que la civilización Aymara surgió hace más de 2.800 años y que su cosmovisión fue la base del Imperio de los Incas. “Los Incas, aprovechando una crisis política y social que sufrían los aymaras, generada por un problema demográfico, logran dominarlos militarmente y colonizarlos. Sin embargo, los Incas fueron más astutos que los españoles porque no intervinieron en el mundo cultural Aymara sino que lo hicieron suyo”, explicó.
El experto agregó que los Incas sólo se preocuparon de frenar rebeliones aymaras, para lo cual aplicaron una política de disgregación. Esto quiere decir que, si un poblado Aymara presentaba muestras de insurrección, los Incas lo desterraban a territorios alejados para así frenar sus intenciones separatistas o sediciosas. “Eso explica que encontremos poblados aymaras en el actual Ecuador, por ejemplo. No obstante, el mundo Aymara y su cosmovisión continúa presente en pueblos de Bolivia, Chile y Perú donde se continúa practicando su filosofía que predica lo siguiente: ‘nadie es tan pequeño como para no brindar ayuda, ni tan grande como para no necesitarla’”, puntualizó el chileno.
La visita a las ruinas de Tiwanaku, además del Templo de Kalasasaya, el Monolito Ponce y la Puerta del Sol, también incluyó el templo de Pumapunko (Puerta del Puma) donde funcionó un tribunal de justicia Aymara. Allí, los jueces condenaban, en muchos casos a la decapitación, a quienes infringían los códigos legales de aquel entonces. Fue durante esta visita donde se observó con claridad el proceso de depredación que han sufrido, por parte de busca fortunas y pobladores ignorantes, las ruinas bolivianas. Una muestra de ello es que muchas piedras de estos centros se utilizaron como material de construcción de viviendas actuales, en la edificación de la iglesia del pueblo de Tiwanacu, ubicada en la Plaza de Armas de esta localidad, y para pavimentar numerosas calles de la ciudad de La Paz. Un atropello que también se cometió en el Perú tras la llegada de los españoles. Así es la historia y, por desgracia, no se puede cambiar.

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