jueves, agosto 16, 2007

En San Pedro de Atacama el turismo se vive en todos los rincones
El buen ejemplo chileno
Ruta Inka 2007 visita esta ciudad y recibe el calor de sus pobladores.

Cualquier pueblito de La Libertad o del Perú no tiene nada que envidiarle a la localidad chilena de San Pedro de Atacama, lugar considerado entre los tres principales puntos turísticos del país sureño, junto con las islas de Pascua y Chiloe. Es que aquí no existen maravillas ni monumentos impresionantes; lo único verdaderamente digno de resaltar es la cultura del turismo y del marketing que se encuentra arraigada en cada uno de los atacameños. Un buen ejemplo a seguir en nuestras tierras.
Hoy llegué a San Pedro de Atacama a las 9 de la mañana y desde que planté el primer pie en esta tierra comprendí que nada sería igual a Bolivia, donde los servicios turísticos dejan mucho que desear, y que mis escasos días de estancia en este lugar ubicado en la Provincia de Loa, Región de Antofagasta, serían tal vez los más placenteros de toda la Ruta Inka 2007.
San Pedro de Atacama, localidad enclavada en el desierto Acatama a más de 2.400 metros de altitud, es considerada como la ‘Capital Arqueológica, Turística y Astronómica de Chile’. Sus calles de tierra afirmada y sus viviendas de aspecto rústico muestran una armonía impresionante, dando la sensación de que todos los pobladores se pusieron de acuerdo para colocar hasta letreros similares en sus fachadas. Un pueblo construido para el turismo.

Periodistas aparte
César es un chileno narizón de cabello castaño y cara de niño malcriado. Él es jefe de Imagen Institucional de la Municipalidad de San Pedro de Atacama y fue el encargado de facilitar el trabajo a los periodistas que viajamos con Ruta Inka, durante la estancia en esta ciudad. Algo que demostró que los chilenos piensan hasta en el mínimo detalle en temas turísticos fue el separar a la prensa de los demás viajeros y alojarla en un hotel de lujo, donde una habitación cuesta más de 120 dólares la noche. Piscina, calefacción, agua caliente todo el día, Internet y unas antorchas que brillan cada noche en los corredores son sólo algunos de los servicios que ofrece nuestro acogedor centro de hospedaje. “Los periodistas aquí son muy importantes porque son los encargados de difundir en sus países las bondades de la región atacameña”, dijo César mientras nos conducía al hotel. Para mí, lo mejor de todo fue el baño caliente que pude tomar luego de tres días de sequía involuntaria en mi cuerpo.
El primer destino de los expedicionarios, luego de haberse instalado en sus hoteles, fue el poblado de Machuca, ubicado a 4.015 metros de altitud, donde viven unos 70 descendientes de la Cultura Licanantai (la primera que se asentó en Atacama, mucho antes de los Incas) en humildes viviendas de adobes y techos de palma y donde se conservan las costumbres y tradiciones ancestrales.
Los buses se internaron en un serpentín afirmado y rocoso, adornado con una planta de forraje llamada ‘Cola de Zorro’. A diez minutos de camino, el volcán Licancaburo ya se observaba impresionante y algunas lagunas congeladas fueron apareciendo con aves silvestres en su interior. El lugar cada vez era más frío, llamas pastaban en los laterales y la nieve se presentaba en porciones salpicadas alrededor de la carretera. En realidad, el paraje me hizo recordar mucho al camino que conduce a Huamachuco, cerca de la Laguna El Toro.
Por fin apareció Machuca. El lugar bien podría pasar por un asentamiento humilde de cualquier ciudad serrana, pero ordenado, limpio y señalizado. El almuerzo con quinua y carne de res nos reconfortó. Manos lugareñas nos lo ofrecieron con cariño. Estuvo exquisito. Continuamos con el ascenso hacia la zona más alta del lugar, donde existe una pequeña y antiquísima iglesia. Allí se realizaría la ceremonia principal a las 3 de la tarde. Y como la hora se respeta en Chile, justo a las 3 de la tarde empezó. La alcaldesa de San Pedro de Atacama, Sandra Berna Martínez, estuvo presente en todo momento y hasta participó de un simpático baile con un expedicionario español, al ritmo del chara – chara (música local), que representaba al matrimonio. “A ver, que salga el novio de la alcaldesa, porque se van a casar en este momento”, dijo la presentadora de la ceremonia. Risas se oyeron por todo lado. El español fue escogido con alegría por sus amigos.
Poco después, un conjunto folclórico interpretó música típica chilena como la cueca. Pero fue un tema dedicado al agua en idioma Cunsa (el que hablaban los Licanantai) lo que cautivó a los expedicionarios. Los ojos de la mujer que lo cantó se enrojecieron. “Yaiyavé, Yaiyavé”, repetía. El ambiente se cargó de magia. Lo impresionante es que todo estuvo súper coordinado y no se escapó ni un solo detalle.
La fiesta continuó con una representación del carnaval machuquino. Hombres y mujeres con trajes típicos, máscaras y banderas blancas descendieron de una colina e ingresaron al recinto de la actividad. Las campanas del templo repicaban. Los cielos lucían añiles y el sol quemaba y brillaba. Todos bailaron alrededor de una cruz, entregando ofrendas a la tierra como vino y hojas de coca. Los aventureros de Ruta Inka se confundieron bailando con los lugareños y la ceremonia se transformó en un momento de integración. “Nosotros queremos que ustedes vean cómo se hace Patria en las alturas y en los pueblos chilenos más alejados. Donde hay vegetación, donde hay vida, allí estamos”, declaró la alcaldesa.
La reflexión de este viaje es la siguiente. Si San Pedro de Atacama, ciudad que no tiene nada de extraordinario, puede atraer a miles de turistas al año, ¿por qué no podemos hacer lo mismo en Perú, un país con lugares más impresionantes que los de Chile? Pues podríamos empezar por dos aspectos, mejorar los servicios al turista y publicitarnos hasta más no poder. Dos proyectos que debemos empezar a ejecutar, ¡pero ya!

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