miércoles, abril 13, 2011

Trujillo es una ciudad ‘sitiada’ por la bulla y el caos
El ruido nos carcome
la vida desde dentro


Bocinazos, gritos, sonidos de motores, fiestas bullangueras y más bocinazos. Trujillo suena cada vez más fuerte. En los últimos años, esta ciudad -otrora apacible- se ha ido convirtiendo en una urbe donde los lugares silenciosos escasean. Años atrás, cuando los jóvenes de mi generación éramos niños y jugábamos fuera de casa, podíamos echar una partida de fulbito en la calle sin temor a ser atropellados por algún conductor enloquecido. Sin embargo, el crecimiento económico no sólo nos ha generado centros comerciales y más trabajo, sino también, en la otra cara de la moneda, un desorden casi anárquico que nos taladra en los oídos a un enemigo bastante cruel: el ruido.
No sólo es el parque automotor de la ciudad, el cual tiene casi el 50 por ciento de sus unidades viejas u obsoletas, sino también la existencia de locales de baile tanto en urbanizaciones como en el centro histórico, que funcionan al margen de la ley o aprovechando vacíos en la interpretación de la justicia. Hay casos de familias que viven en casas colindantes con clubes nocturnos y discotecas, donde los bajos hacen retumbar las paredes y el insomnio y el estrés atacan con fuerza.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, casi el 80 por ciento de la población del planeta que habita en ciudades se encuentra expuesta a niveles de contaminación sonora superiores a lo recomendado. Asimismo, este organismo internacional precisa que la exposición a sonidos fuertes y prolongados genera en las personas daños físicos como dolor de cabeza, hipertensión, problemas digestivos, aumento de la glucosa y del colesterol, cansancio e insomnio. Precisamente, estos dos últimos males generan bajas en las defensas y la persona que los padece queda expuesta a contraer enfermedades infecciosas.
Estudios médicos precisan que desde la niñez, las personas expuestas a ruido excesivo reportan niveles elevados de presión arterial así como cambios nerviosos, lo cual, ya en la madurez, podría propiciar la aparición de dolencias cardiovasculares. Incluso, el efecto del ruido en las parejas se ha asociado con la reducción del deseo sexual.

Fuerte y claro
Habría que precisar qué es el ruido. Se estima que una exposición constante a más de 45 decibelios durante las noches, impide un sueño apacible y genera malestar. Existe una tabla mundial que mide los decibelios (DBS) desde el silencio absoluto (cero decibelios) hasta la explosión de un artefacto (180). Por ejemplo, el tráfico en una ciudad reporta unos 80 DBS, una aspiradora en funcionamiento, unos 90 DBS y un concierto de rock, 120 DBS.
“La exposición al ruido no debe ser superior a los 85 decibelios, ni por espacio de ocho horas continuas”, precisó a La Industria el médico trujillano Saúl Suárez Gutiérrez, otorrinolaringólogo y pastdecano del Colegio Médico de La Libertad.
En reciente entrevista con nuestro medio, el especialista precisó que médicamente se define como ruido “a un sonido que nos produce una sensación desagradable que puede ocasionar daños a la salud, ya sea directa y solamente al sistema auditivo, o de manera sistemática”.
Por ello el ruido cala hondo. Tal vez, llega hasta el alma. Uno de los efectos psicológicos más notorios generados por la bulla constante es el estrés. Pero se suman otros como la irritabilidad, la depresión, la falta de concentración y el rendimiento menor en el trabajo. Todas estas manifestaciones psicosomáticas propician un malestar general que, incluso, sin ser alarmistas, podrían causar hasta la muerte.
“En los niños, baja el rendimiento en las escuelas porque no se pueden concentrar en las clases. Como no duermen bien, su sistema se encuentra alterado y todo funciona mal”, precisa el especialista en concentración Mauricio Pérez Darío.
Otro de los efectos, relacionado con el aspecto psicológico, es el surgimiento de problemas en la comunicación y el aislamiento. Este efecto social surge desde que el organismo se siente incapaz de llegar a un estado de tranquilidad.
Y claro, el efecto más conocido que ocasiona el ruido es la pérdida de la audición. “Para evitar los daños físicos o el malestar psicológico que produce el ruido constante, el organismo se habitúa al mismo a costa de perder capacidad auditiva. Pero, como resultado, cuando no adopta una protección adecuada, se puede desarrollar una pérdida permanente de la audición”, indica el organismo médico Botánical.

Cuídese. Se estima que una exposición larga a sonidos superiores a los 90 decibelios (aspiradora encendida) puede producir sordera. Lo mismo puede ocurrir con una exposición por más de un cuarto de hora a más de 100 DBS (tubo de escape de motocicleta).

Peligrosa costumbre. De acuerdo con el Segat, uno de los mayores problemas de contaminación sonora que soporta Trujillo es la mala costumbre que tienen los taxistas de tocar el claxon al llegar a cada esquina y como medio de aviso a sus ocasionales clientes. A esto se suma la organización de fiestas y mítines en lugares abiertos como la Plaza de Armas.

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