sábado, setiembre 05, 2009

UNA PENA. La pésima costumbre de echar la basura al río es muy notoria en Iquitos

La cara fea 

del Amazonas

La Amazonia aspira a convertirse en una maravilla mundial. Antes de ello, habría que preocuparse mucho más en su conservación.

 

IQUITOS. Por desgracia, lo que usted ahora lee no es un típico reporte turístico que lo invita a viajar y disfrutar de los placeres de la selva. Lo que usted ahora lee se basa en una realidad preocupante –escrita con tristeza– que se enfoca en la destrucción del río Amazonas, ese mismo que aspira a convertirse en una maravilla natural.


Realmente es penoso redactar estas líneas porque Iquitos es una ciudad que te enamora con sus atardeceres románticos y sus noches de ensueño bajo el claro de la Luna, con la calidez de su gente y sus casas traídas como por arte de magia desde Europa, que esconden entre sus maderos la época gloriosa del caucho.

Sin embargo, más allá de las mariposas multicolores, de la paradisíaca laguna de Quistococha, de beber una refrescante agua de coco en la misma fruta, de su iglesia neogótica y su comida de dioses, Iquitos y la Amazonia en general sufren una agonía que el turista de ojo ligero no percibe, a diferencia de quienes intentan observar ‘más allá de lo evidente’.

Bastaron cinco días en Iquitos y algunos otros poblados loretanos para confirmar que la gran mayoría de pobladores locales apela a un ‘maldicho’: ‘echa todo al río, que el río se lleva todo’. En efecto, si en la costa la gente echa la basura y todos sus desechos en el mar y en los laterales de las carreteras (terrible y condenable costumbre propia de un país ineficaz en el tratamiento de sus residuos), en la selva el botadero es el río, y en Iquitos, el Amazonas.

La muestra más clara de que el hombre está acabando con la Amazonia se observa en las riberas del río, sobre todo en los embarcaderos. ‘Puerto Productores’ es uno de los atracaderos iquiteños donde se aborda embarcaciones de todo tamaño y fin: desde buques internacionales hasta peque-peques. Allí, debajo del muelle, la desidia y la poca educación han acumulado toneladas de basura, desde botellas y bolsas plásticas, hasta pequeños papeles que terminan flotando en las aguas del río.

Esto se observa en cada uno de los atracaderos del Amazonas y de los ríos cercanos como el Nanay o el Napo, dando una dramática, crítica y pestilente bienvenida (¿o malvenida?) a los viajeros.

La basura ‘navega’ en el río a lo largo de todas las poblaciones y seguirá navegando durante décadas, si no se mejoran los hábitos. Basta con decir que una botella plástica, así como sus similares no-biodegradables, demoran en descomponerse nada más y nada menos que 100 años.

Pero es tal vez en el barrio de Belén, el más pobre de Iquitos, donde la contaminación se observa en su máxima expresión. Allí, donde las casas de madera flotan junto a la basura, los pobladores tienen instaladas unas pequeñas covachas a manera de silos, que desaguan en el río.

Durante un recorrido en bote, pude observar que en una casa de este barrio mal llamado ‘Venecia Amazónica’, una joven salía del baño. El bote avanzaba y, muy cerca, una mujer recogía agua con el vaso de una licuadora. Finalmente, más adelante, dos chicas se bañaban en el río. ¿Resultado? Máxima contaminación.

Este problema, que se acrecienta en Belén con el maloliente mercado donde las aves de rapiña hurgan entre la basura y los pies de los compradores, deja en los viajeros un recuerdo patético. Todas esas imágenes se superponen como una retahíla de flashes y graban en la mente la imagen de un país inculto que no se preocupa por su selva ni por su gente.

Un informe desarrollado por la Federación de Partidos Verdes de las Américas, luego de visitar Iquitos, reveló la crítica situación por la cual atraviesa el Amazonas, no sólo por el descenso de sus aguas, sino –sobre todo– porque buena parte de los desagües de Iquitos desembocan en el río, por la deforestación descontrolada, y por la contaminación del petróleo de las embarcaciones que mata a los peces.

A esto se suma la carencia de agua potable y alcantarillado en buena parte de los poblados loretanos, así como las enfermedades y la pobreza crítica en la zona.

Todo esto es una realidad y no pretende desdibujar la imagen exótica de nuestra selva loretana. En efecto, viajar a Iquitos nos permite encontrar un mundo increíble. Sin embargo, la contaminación es un hecho y tiene que denunciarse.

Por ahora, la gente y el gobierno andan muy preocupados por el concurso de las Siete Maravillas Naturales del Mundo, en la cual participa el Amazonas. Sin duda alguna, el Perú se encuentra ante una buena oportunidad para salvar al más caudaloso, extenso y contaminado río del mundo.







2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón, Pier. Iquitos es una ciudad maravillosa pero la basura y la falta de limpieza es innegable. Lo peor es que la gente no tiene idea del perjuicio que genera. Una buena campaña de educación promovida por las autoridades podría reducir el perjuicio. He visitado Iquitos y algunas comunidades y la falta de acceso a los servicios básicos es una problema que ningún gobierno ni local, regional o central ha querido solucionar.

FUENTES AZAÑEDO, VICTORIA YSABEL dijo...

eso si es muy cierto la amazonia peruana es la bella que no merece que lo traten asi... hace poco un informe de una canal conocido publico uan realidad dura en donde explotaban el oro en los rios de la selva peruana .. es hora de tomar conocimiento de lo que estamos haciando ya que nuestra selva es unica en el mundo