Viaje al punto de partida de Ruta Inka 2007 y algunas extrañas señales
A escasas horas del comienzo
¿La suerte está de mi lado o se trata de una artimaña del mágico mundo andino?
La noche en Puno es menos gélida de lo que esperaba. Los reportes climatológicos que anunciaban temperaturas menores a cero grados en el sur del país me mantuvieron intimidado en Trujillo, desde antes de alistar mi mochila. Sin embargo, la suerte hoy corre de mi lado pues -sin exagerar- más frío sentí el día de mi partida en la ‘Capital de la Primavera’, que en este instante en que escribo estas líneas en una habitación solitaria de un hostal ubicado a escasos metros de la pintoresca Plaza de Armas de Puno. Y no es que el friaje sea mentira, sino que este fenómeno se siente con crudeza en las zonas más alejadas de esta provincia, las mismas que pronto visitaré.
Puno, según logré apreciar en mis primeras horas de estancia, posee una atmósfera tan mística como la cusqueña. Algunas de sus calles, empedradas y angostas, sumadas a una iluminación ambarina que resalta sus edificios más bellos (como la Catedral, por citar un ejemplo), le dan un toque casi mágico y misterioso que se camufla entre mujeres de polleras, hombres en llanques de miradas desconfiadas y también numerosos turistas de cabellos dorados.
Antes de llegar a Puno pisé Juliaca. El avión partió desde Lima a las 2:30 de la tarde y demoró dos horas y media en aterrizar en el aeropuerto ‘Inca Manco Cápac’, terminal aéreo donde precisamente se observa una gran efigie del fundador del Imperio de Los Incas, con el índice izquierdo apuntando al horizonte y la mano derecha empuñando una barreta de oro. Ésa fue la primera señal que se me presentó en lo que va del viaje, pues la Ruta Inka 2007 se denomina ‘Tras las Huellas de Manco Cápac’. ¿Acaso habré encontrado la primera huella? Quién sabe.
Del aeropuerto de Juliaca me dirigí a Puno en una combi, atravesando una sabana de ichu amarillento. El ocaso cargó los cielos de una tonalidad sanguinolenta, mientras que el conductor del vehículo esquivaba con pericia y suerte los rezagos de una protesta matutina (vidrios, piedras y maderas ‘adornaban’ el camino). Puno y Arequipa, precisamente hoy, bloquearon sus caminos para exigirle al gobierno la disminución en el precio de los combustibles y una nueva licitación de la carretera Interoceánica. “Tenemos suerte de poder pasar, porque temprano estaban rompiendo los vidrios de los carros”, comentó el chofer de la combi que me dejó en la ciudad de la Diablada, ‘Capital del Folclor Peruano’. ¿Una segunda señal?
Lo primero que haré mañana será abordar un bus hacia la ciudad boliviana de Tiwanaku, punto de partida de la Ruta Inka. Según pude averiguar, esta localidad se encuentra a unas tres horas de Puno, cruzando Desaguadero, a más de 3.800 metros de altitud. Será allí donde me reuniré con los demás aventureros que en este momento están viajando por tierra desde Lima, directamente hacia allá. El programa indica que en el templo preinca de Kalasasaya, ubicado en Tiwanaku, se realizará la fiesta del retorno del Sol, con ofrendas a la Pachamama. Dicen que mañana se vivirá el día más corto y frío del año en Bolivia, por ello, recapacito y pienso realmente que el abrigo de esta noche es sólo una tregua para los próximos 41 días de heladas que nos tocará vivir a los aventureros. ¿Acaso el Dios Inti se apiadará de nosotros y nos enviará su calor? ¿O tal vez se enfurecerá por pretender desentrañar los caminos de nuestros antepasados, siguiendo la huella de su hijo mayor?
Evo Morales ha prometido estar presente en la fiesta de Kalasasaya, y espero llegar a tiempo para arrancarle algunas palabras. Si no lo consigo, ya veré de qué escribo mañana. En este tipo de viajes, en los cuales uno se aventura en tierras inhóspitas, sólo queda rogar a Dios que nos proteja. En mi caso, que deberé enviar una crónica diaria, debo pedirle además al altísimo que me permita encontrar conexión a Internet todos los días. Es un reto. Pero no deja de ser un riesgo. Así es el periodismo, un oficio impredecible pero satisfactorio. Al menos así lo siento yo en esta noche de soledad, a incontables kilómetros de mi hogar, en esta sierra de congojas acumuladas durante muchos siglos.
Pues la sierra es triste y misteriosa. Lo plasmó Ventura García Calderón en sus cuentos, relatando historias de nexos ocultos entre el hombre andino y la naturaleza, de pactos con aves monstruosas que castigaban a los forasteros de malas intenciones y ríos que arrastraban con almas despiadadas. Si lo que García Calderón contaba es cierto, yo, desde este ordenador, le prometo a la naturaleza andina caminar con sigilo y buenos deseos, sólo buscando ese dato curioso que, a la distancia, espero satisfaga a los lectores. Una doble promesa es la mía… con el Ande y con Trujillo.
Por último, los 41 días, ¿o acaso 40?, de viaje
Si le descuento el último día a la Ruta Inka (31 de julio), fecha en que los expedicionarios sólo se despedirán y no habrá actividad alguna que cumplir, realmente esta aventura dura 40 días. Y 40 es un número con historia, lo cual nuevamente me hace sospechar de una señal. En la Biblia, el número 40 significa tiempo de preparación. Los ejemplos son numerosos: los 40 días del diluvio y los 40 días que estuvo Moisés en el Monte Sinaí son sólo dos. ¿Quieren más? Pues los hay. Los 40 años que pasó el pueblo de Israel en el desierto y los 40 días que Cristo permaneció apartado del mundo.
En términos religiosos, del número 40 se derivó la ‘Cuaresma’, tiempo que guarda relación con el calendario agrícola y la renovación de la tierra. Tiempo de sencillez y austeridad que permite compartir. Pensándolo bien, esta ruta sí tiene algo de divino. Somos más de 100 los jóvenes que decidimos enrumbarnos en ella y definitivamente la abstinencia, el ahorro y el compañerismo serán nuestras mejores armas para cumplirla con éxito. ¿Qué pasará cuando el alimento sea escaso y el frío cale nuestros huesos? Pensar en salvar el pellejo, como se dice, no es la respuesta correcta. En este viaje, estoy seguro que se estrecharán lazos de hermandad y ayuda mutua entre todos los participantes, sin importar procedencia, raza o edad. Que así sea.
1 comentario:
Puno... dices que no sientes aún su gelidez... eso me anima a ir.
Por otro lado, 40 días pueden ser demasiados...
Saludos!
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