jueves, agosto 16, 2007

Ruta Inka 2007 ingresó a nuestro país y fue recibida con calor en Tacna
¡Ya estamos en el Perú!
Huelga nacional de trabajadores mantiene encerrados a expedicionarios en terminal de Ilo.
La pareja de bailarines tacneños zapateaba y se cortejaba al ritmo de una marinera norteña, y yo por fin me sentí en casa. Mi Perú querido. En aquel momento, recordé las numerosas oportunidades en que me aburrí al cubrir el Concurso Nacional de Marinera en el Coliseo Gran Chimú. Era extraño, pues luego de haber permanecido 18 días en el extranjero, aquella danza peruana era un deleite que hacía palpitar mi corazón y que me hinchaba de orgullo por haber retornado a la añorada tierra que me vio nacer.
Los expedicionarios cruzamos la frontera chilena el último lunes 9 y llegamos a Tacna, donde la Municipalidad Provincial y el Gobierno Regional nos recibieron con una actividad cultural en una estación ferroviaria donde se conservan algunas de las locomotoras más antiguas del país. El ambiente no pudo ser mejor. Huaylas y marinera, pañuelos y banderas rojiblancas, arengas al Perú y festejos por el triunfo de Machu Picchu. “¡Bienvenidos al Perú!”, gritó en el micrófono la presentadora.
El hambre apremiaba pues ya eran más de las 3 de la tarde, pero los estómagos tuvieron que esperar pues aún faltaba adentrarnos en la sierra tacneña y arribar al distrito de Palca, a más de 2.900 metros de altitud. Esta humilde población, que colinda con las fronteras de Chile y Bolivia, y donde los vientos gélidos nuevamente penetraron en nuestras gargantas, nos ofreció ajiaco de cuyes y mote sancochado, pan e Inca Kola. “Pobrecitas, si son unas mascotitas…”, reclamó una mexicana de 19 años que participa del viaje. “No importa, yo tengo mucho hambre”, le respondió su compañera.
Si en Chile se resaltó el orden y en Bolivia se renegó por los servicios deficientes de sus ciudades, en Perú se ingresó en una tierra desconocida para la gran mayoría. María Guadalupe Ruiz, periodista mexicana, nos lanzó un dardo a los peruanos, difícil de esquivar. “Al Perú sólo lo conocemos por Laura Bozzo; allí todos se peleaban y ella les regalaba carritos sandwicheros”, dijo. Yo, que asocio a México con Pedro Infante, Cantinflas, el Chavo del 8, mariachis, novelas lloronas o el Chapulín Colorado, me sentí como uno de esos malandrines que la ‘Doctora del Pueblo’ desenmascaraba ante el mundo. Una vergüenza completa. ¡Qué pase el descarado!
El viaje de retorno a Tacna, entre la oscuridad de los Andes, algunas estrellas salpicadas en los cielos y las polvaredas de un camino sin asfaltar, demoró poco más de dos horas y los aventureros tuvimos un tiempito para cruzar el arco de la Plaza de Armas que custodian Bolognesi y Grau. Un pollo a la brasa y otra Inca Kola no cayeron nada mal. El Centro de Tacna de noche luce tan señorial como Trujillo, con lámparas ámbares y bustos de héroes en medio de verdes plazuelas. Una bella ciudad.
Pero el viaje no había culminado aún aquel día. Por la noche abordamos los buses y nos dirigimos a la playa de Ite, ubicada en la provincia Jorge Basadre de Tacna. Dos horas de viaje en dirección norte bastaron y tuvimos que contentarnos con descansar en un ambiente sin camas, sobre cartones y metidos en las bolsas de dormir. En realidad, no fue tan incómodo como suena, pues nos abrigamos bien unos a otros y compartimos nuestros calores.
Al día siguiente, en Ite, fuimos testigos de la contaminación en su máxima expresión. La arena de los humedales, donde viven y se alimentan innumerables aves migratorias, lucía una tonalidad verdusca ya que la empresa Southern Perú la utilizó como botadero de desechos de cobre por más de 50 años. Fue un crimen que los pobladores siempre denunciaron pero que la corrupción siempre apañó. Los resultados se viven ahora, décadas adelante, ya que las playas sólo muestran una belleza escénica pero en el fondo se encuentran envenenadas. “Estos huesos de animales están verdes por el cobre, esto es como un relave en el mar”, denunció Yalina Alarcón, peruana que participa en la ruta.Ite nos despidió con arroz con pollo y ocopa arequipeña, con su iglesia construida en sillar y sus calles apacibles. Horas luego, el Puerto de Ilo nos abrió sus puertas y es aquí donde ahora nos encontramos, atrapados en su terminal terrestre porque en las calles se vive una huelga indefinida. Los vehículos son apedreados y los motores permanecen apagados. Algunos expedicionarios salieron en grupos a recorrer la ciudad escoltados por agentes del serenazgo, pero yo decidí escribir estas líneas sin compañía alguna, en mi ‘habitación’ del terminal. Hace un momento me acerqué a la ventana y observé la calle, tranquila. El viento costeño, con su brisa fresca, infló mis pulmones y recordé Trujillo. Pero al fondo, en el núcleo de la protesta, una negra humareda con olor a neumático quemado me recordó que hay gente que protesta contra la contaminación del medio ambiente. Qué contradictorio. Qué extraño. Así es mi querido Perú.

No hay comentarios.: