jueves, agosto 16, 2007

Escenificación de leyenda en el Titicaca fue un espectáculo estupendo
¡Apareció Manco Cápac!
Ruta Inka también viajó a las islas de los Uros y nuevamente navegó en el lago más alto del mundo.

Manco Cápac es profesor de secundaria, trabaja en un colegio particular y aún es soltero. Su rostro de indio, cubierto parcialmente por una extensa y lacia cabellera, permanece inalterable bajo una corona de oro adornada con una pluma de ñandú en la coronilla y el rostro de Wiracocha grabado en la parte frontal. Manco Cápac se llama Alcides Pacho Mamani y tiene 22 años. Esta mañana, en las orillas puneñas del Lago Titicaca, viste un atuendo de lujo, con un sol dorado en el pecho, cabezas de pumas fieros en las rodillas y una capa morada que se arrastra en la tierra. El fundador del Imperio de Los Incas sostiene una tremenda hacha de oro que lleva una mazorca brillante en la punta y flecos coloridos de lana en los costados. Su figura infunde respeto, valor y osadía.
Manco Cápac no sonríe. Su rostro parece haberse detenido en un gesto colérico; lo mismo ocurre con sus ojos, que apuntan al horizonte inamovibles como esperando alguna señal divina de su padre, el Sol. Sin embargo, cuando el ritual de pago a la Pachamama culmina, este sabio Inca camina hacia un costado y se desnuda. Manco Cápac se va transformando en Alcides Pacho y, fuera del atuendo de noble, luce como un menudo profesor que viste terno, camina amarilla, corbata y una peluca casi al rape. A estas alturas, Manco Cápac es un profesor de secundaria que debe luchar por sus intereses y protestar contra el gobierno si es necesario.
A Manco Cápac lo acompaña su hermana y esposa Mama Ocllo. Para suerte de él, o tal vez desdicha por el reducido sueldo que ambos perciben, ella es también profesora. Su nombre es Lizette García Moraga, tiene 23 años, una cabellera templada con gel y cuando se quita el atuendo de colla, que incluyó un manto crema y una media luna sobre la frente, se convierte en la magíster en educación que también lucha por un futuro mejor.
Manco Cápac y Mama Ocllo aún no fundan ningún imperio, pero sí que luchan a diario por construir un futuro mejor. Ambos alternan sus clases con su trabajo en el Grupo Cultural de Puno, institución que difunde el folclore del altiplano peruano y que, entre sus actividades, tiene como principal la representación de la Leyenda de Manco Cápac y Mama Ocllo en las orillas del Lago Tititcaca, de la cual hoy participamos los expedicionarios de la Ruta Inka 2007.
Cuando llegamos al sitio del ritual, la pareja que fundó el Tahuantinsuyo observaba las aguas sagradas del lago, bajo un cielo añil y con un viento fresco soplando hacia la costa. Los acompañaban un sacerdote y dos niñas ataviadas con trajes anaranjados y llevando dos keros con chicha. El brujo preparó una ofrenda de hojas de coca y alcohol con ayuda de los expedicionarios, quienes le pidieron a los dioses incas y a la naturaleza que el viaje culmine con éxito. El sacerdote rezó, mientras que un nuevo personaje hizo su aparición soplando un caracol. El ambiente se tornó con la mística propio del ande sureño. Manco Cápac agradeció a su padre y Mama Ocllo le pidió a la luna que nos ilumine en el resto de nuestro camino mientras que, en forma increíble pues sólo eran las 2 de la tarde, una media luna brillaba en las alturas.
Este ritual fue el colofón perfecto para una nueva aventura de la Ruta Inka. Muy temprano, los viajeros navegamos media hora en el Titicaca hasta llegar a las islas de Los Uros que, en total, deben ser más de 50. Según explicaron algunos lugareños, las islas son construidas con trozos de un barro flotante y especial que consiguen en el mismo lago, y luego con numerosas capas de totora fresca que también crece en las aguas sagradas.
En estas islas no sólo el piso sino también las casas, los muebles, las embarcaciones, la artesanía y hasta buena parte de la alimentación de los pobladores se sustenta en la totora, planta acuática que permite la vida sobre las aguas del lago. Cuando se camina en estas islas, da la impresión de que en algún momento caerás en las aguas, pues cada paso hunde los zapatos más de 20 centímetros; pero luego, acostumbrado, te sientes extraño al estar pisando un suelo diferente.
Los Uros son una comunidad de pobladores que viven en las islas artificiales que ellos mismos construyen. La confección de una sola isla demora más de dos años y demanda un esfuerzo físico plausible. Aunque los más ancianos padecen de artrosis por vivir tan cerca de las frías aguas del lago, la mayoría de pobladores vive muy tranquilo, lejos del mundanal ruido de la ciudad y de los conflictos propios de la modernidad. Sin embargo, Los Uros no carecen de equipos modernos como televisión, radio e incluso celulares.
Estas personas tan amables viven de la venta de artesanía y del dinero que consiguen ofreciendo paseos en el lago, a bordo de embarcaciones de totora adornadas con cabezas de puma. Los viajeros de la ruta convivieron con ellos y prometieron retornar algún día a este bello paraje acuático que guarda celosamente el secreto de la fundación del gran Imperio de Los Incas, orgullo nuestro.

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