lunes, abril 16, 2007


El sobrino perdido
de César Vallejo
A sus 78 años, César Vallejo Ynfantes, sobrino carnal del vate universal, rememora algunos pasajes de su niñez y observa con tristeza y decepción el abandono que sufre la casa donde nació su tío, ubicada en Santiago de Chuco.

Cuando César Vallejo vivía en la lejana París con su amada Georgette, tras haber soportado prisión injusta en los antiguos calabozos del jirón Pizarro, en su natal Santiago de Chuco nacía el primer hijo de Néstor Vallejo Mendoza, su hermano más querido, con quien jugueteaba de niño en los corredores y en el poyo de su casa paternal.
Tras el alumbramiento, Néstor, mayor que César por cuatro años, envió una carta a Francia con el siguiente mensaje: “He tenido un hijo y le he puesto César en recuerdo tuyo”. La respuesta del vate, quien nunca llegó a tener descendencia, fue inmediata: “Quiero que me mandes a París a ese chico que se llama César como yo, cuando cumpla diez años”.
El tiempo transcurría y el pequeño César Vallejo Ynfantes solo esperaba tener la edad prometida para viajar a Francia y conocer a ese tío que su padre tanto quería. Sin embargo, el destino, cruel como nunca antes, le arrebató un Viernes Santo la posibilidad de partir al Viejo Continente. El niño cumplió diez años en 1938, precisamente cuando en Francia moría el poeta universal víctima del olvido de su familia, de su ciudad y de su país.
Ya han transcurrido casi siete décadas desde aquel episodio aciago, y el pequeño sobrino es hoy un hombre de 78 años que guarda en su rostro enjuto la misma nostalgia que irradiaba el poeta en su mirada. Por momentos, cuando hace reposar su rostro en su mano derecha, parece ser el mismo poeta reencarnado en un alma hoy añeja. Es delgado y moreno, tiene la misma frente amplia y las orejas largas del vate, y frunce el ceño tal como lo hacía su tío. “Todos los Vallejo somos iguales, flacos y trigueños”, comenta mientras camina con dificultad por las calles de Santiago de Chuco hacia la Casa de Vallejo, donde él vivió desde los tres hasta los 12 años de edad. Ahora, él vive en Lima con sus descendientes.

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La niñez de Vallejo Ynfantes estuvo marcada por dos hechos: la temprana muerte de su madre en Santiago de Chuco, cuando él apenas tenía dos años, y los continuos viajes de su padre a diferentes provincias del país. Como magistrado, don Néstor Vallejo recorrió poblados de Amazonas, La Libertad y Ancash, apartándose así por períodos prolongados de su primogénito. Por ello, el pequeño César vivió con su tío Víctor en la casa de Santiago hasta cumplir 12 años. “Muchas veces he dormido en el cuarto del poeta. Mi padre tenía que trabajar y lo cambiaban de provincia en provincia, por eso mi tío Víctor, el mayor de los hermanos, me crió”.
La primaria la cursó en Santiago y los dos primeros años de secundaria, en el colegio San Nicolás de Huamachuco, el mismo donde estudió su tío. Sin embargo, cuando su padre fue transferido a la Corte Superior de La Libertad, el ya adolescente César se mudó a Trujillo y terminó sus estudios en 1945 en los claustros del viejo colegio San Juan, los mismos que alguna vez su tío también recorrió, pero como maestro.
El 15 de abril de 1938, durante una visita a Lima, ciudad donde vivía su padre con su nueva esposa y sus dos pequeños “medios” hermanos, César recuerda que aún de madrugada alguien tocó muy fuerte la puerta de la casa, que se ubicaba en la calle Cómodas del Rímac. Era su primo Néstor Vallejo Gamboa, hijo de su tío Víctor, quien llegó a ser primer edecán del presidente Óscar R. Benavides. Fue él quien se encargó de transmitir a su padre la mala noticia llegada desde París. César Vallejo había muerto. “Todos llorábamos. Yo no sabía muy bien qué había pasado, pero ese ambiente de tristeza me contagió y lloré mucho (lágrimas humedecen su rostro). Desde entonces, mi padre se enfermó y vivió compungido hasta que murió”.
La familia Vallejo asistió en Lima a una misa oficiada en la iglesia La Merced del Jirón de la Unión para rezar por el descanso del poeta. Pero tal vez quien más sintió el repentino deceso fue Néstor, su padre, quien era el hermano entrañable del poeta. Ellos estudiaron juntos en Huamachuco, en el colegio San Nicolás, y luego en la Universidad Nacional de Trujillo. Tan unidos eran, que Néstor entregó todos sus ahorros al poeta en 1923, antes de que este partiera hacia París. En su despedida solo estuvo él y su amigo Crisólogo Quesada. “El doctor nos decía que no le recordemos a mi padre la muerte del poeta, que lo distraigamos y que le hablemos mucho. Él se quedó muy mal y así vivió 30 años más”.
Aunque nunca conoció a su tío, su padre y su tía Natividad (fallecida en 1982), siempre lo describieron como jovial e inquieto. Incluso, en su niñez, el poeta bailaba en comparsas para las fiestas de julio en Santiago de Chuco. Ese mismo espíritu lo demostró en Trujillo años después con sus compañeros del Grupo Norte: Antenor Orrego, Víctor Raúl y Macedonio de la Torre, entre otros, con quienes vivió innumerables reuniones de bohemia. “Cierta vez, cuando mi padre era juez en Huamachuco, le compró al poeta muchos pares de zapatos, camisas y pantalones, pero cuando llegó a visitarlo a Trujillo, se enteró que sus amigos se habían llevado todo. Así era el poeta, noble y desprendido. Claro que, tras su encarcelamiento, su forma de ver el mundo se ensombreció”.

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Tras una larga caminata cuesta arriba, Vallejo Ynfantes ha llegado hasta la casa del poeta. Se detiene, respira hondo y deja ver su trémulo cuerpo cubierto por un sacón beige y una camisa blanca de cuello, acompañada por una corbata con grabados similares a una gota de sangre vista a través de un microscopio. Su rala cabellera permanece inmutable, como él. La pausa se prolonga unos segundos más y algunos caminantes observan al visitante entristecido y mudo. “¡Qué horrible!, ¡qué barbaridad!”, exclama el sobrinísimo del poeta y rompe su silencio. La casa, mal llamada museo, da pena. El balcón está roto y, para colmo, la puerta está cerrada. “¿Así tienen esta casa, que debería ser un santuario? Mucha pena me da”, añade.
Algunas personas que se han enterado de su parentesco con el poeta se detienen para tomarse una fotografía de recuerdo. Don César acepta. Luego golpea fuerte la puerta de la casa, pero nadie responde. Es domingo y muchos forasteros visitan la ciudad andina. “Es una lástima que las autoridades tengan así esta casa, pero en realidad no me llama la atención, porque en este país la cultura siempre ha sido la última rueda del coche”, declara y luego retorna compungido hacia la Plaza de Armas.
Precisamente, el olvido de los peruanos por la obra del poeta ha motivado a Vallejo Ynfantes a remar contra la corriente. Tras haber laborado hasta 1968 como periodista (estudió en la Escuela Bausate y Meza de Lima) en los diarios Universal, Última Hora y La Tribuna, y luego de haber convertido en profesionales a sus cuatro hijos, integró la asociación “Capulí, Vallejo y su tierra”, así como la “Red Americana de Integración de Cultura de Servicios Sociales”. A través de ellas, el sobrino organiza exposiciones gráficas y conversatorios con la finalidad de reivindicar la memoria del tío que nunca conoció.
«Es un privilegio ser pariente de Vallejo. Siento mayor responsabilidad conforme pasan los años. Es como si Vallejo me llamara desde la tumba y me dijera: “Insiste, insiste”. Me he dedicado a difundir su obra. El mensaje de Vallejo no solo llega a mi retina, lo llevo en el alma, en mis neuronas, en las fibras más íntimas. Me he arrogado la responsabilidad de mantener incólume esa dignidad del poeta, que la conservaré hasta el último instante».
Aunque el sobrino del poeta sueña con la utopía de que el mundo será algún día como lo imaginaba su tío, el caminar de este hombre es una muestra fiel de que César Vallejo legó una obra literaria, social y filosófica invalorable. Si algún día él mismo escribió: “César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga”, ahora podríamos decir: ¡César Vallejo no ha muerto!, vive en el alma de su sobrino y en el corazón de todos los peruanos.

Pier Barakat Chávez
Junio, 2006.

3 comentarios:

CÉSAR CASTILLO GARCÍA dijo...

qué buen artículo, pier...

cesar armando dijo...

Bien querido Cara de Dedo, excelente... que el talento viaje por la red.. es bueno...

LUA dijo...

Gracias a tu artículo restructuraron el balconcito roto de la casa de Vallejo. Bien hecho!. Mua